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sábado, 14 de junio de 2014

ANTE UN MISTERIO DESVELADO


TRINIDAD  Y VIVIR SOLIDARIO

 
         Dios que es salvador, que quiere nuestra felicidad (eterna, desde ya pero para siempre), se nos revela TRINIDAD.
       ¿Para qué?
 
       A muchos catequistas, les hemos oído decir, durante mucho tiempo, que Dios-Trinidad  era un "misterio" a creer... pero que no teníamos porque entender...
 
       Otras veces, paralelamente, a muchos cristianos "de calle", les hemos oido decir "yo no me gasto energías (o no me caliento el tarro) pensando esas cosas..., ya hay demasiada gente que se pasa la vida pensándolas, aunque a nadie le interesen..."
 
       Sin embargo, yo pienso que el “misterio” de la Trinidad es lo más esencial que tiene esta maravillosa manera de vivir que es la de seguir el “misterio revelado” por Dios, a través de toda la Historia de la Salvación y, más específicamente, con la Palabra Viva del Dios Trino, con Jesucristo.   

       Y ¿por qué?
 
       Pues porque la clave de nuestra felicidad está en aprender a vivir “como Dios” y eso sólo lo podemos hacer sabiendo cómo es la naturaleza de Dios: Comunidad de Amor solidario.
 
       Sabiendo que Dios no es un ser solitario, sino UN SER colectivo, Trinidad, podemos comprender perfectamente cómo somos nosotros, que fuimos  “creados a su imagen y semejanza”; o lo que es lo mismo: hechos para vivir amando y compartiendo, siendo seres solidarios, viviendo “en Comunidad”, amándonos los unos a los otros…

       ¿Una invitación?, ¿un reto?, ¡un camino a seguir!

 
                                             J.M. FEDRIANI



 

sábado, 7 de junio de 2014

EN COMUNIÓN


 
Una canción para hoy
(…tal vez para siempre)




Cuando rezamos, cuando cantamos,
cuando la fiesta es
un celebrar gozoso, es el día
 grande: Pentecostés.
Cuando llevamos en nuestras manos
un resplandor de luz.
En nuestros pechos vive y palpita
el que murió en la cruz.
 


 

Cuando el Señor habita en nosotros,
siempre es Pentecostés.
Cuando el amor nos canta en la vida,
siempre es Pentecostés.
Cuando queremos comprometernos
en una misma fe,
una tarea, un compromiso,
siempre es Pentecostés.
Cuando decimos sí a la Iglesia
con plena lucidez,
soplan de nuevo vientos del cielo
porque es Pentecostés.
 
 


Cuando los hijos ya van creciendo
y dicen que quieren ser
miembros de Cristo y de su Iglesia,
siempre es Pentecostés.
No nos separan lenguas ni razas,
nuestra consigna es
ser en el mundo un testimonio
porque es Pentecostés.
 
 

 

Cuando la fuerza, que estaba oculta,
vence con su poder,
nuestros temores, nuestro egoísmo,
siempre es Pentecostés.
Cuando aceptamos ser levadura
y llama que quiere arder,
nos vinculamos más a la Iglesia
porque es Pentecostés.
 
 

 
 
 

viernes, 18 de abril de 2014

EN SEMANA SANTA


Unas opiniones para nuestra reflexión sobre la Semana Santa

 

JESUCRISTO MURIO
EN LA CRUZ PARA
PROMOCIONAR EL TURISMO 
Yo pensaba que Jesucristo había muerto en la cruz para hacerse solidario con todos los crucificados de la historia. Yo pensaba que Jesucristo había muerto en la cruz por ser defensor del débil frente a sus explotadores. Yo pensaba que Jesús había muerto en la cruz por ser fiel al encargo salvador que le diera el Padre.

Yo creía que Jesucristo había subido a la cruz para dar a todos los hombres un horizonte de esperanza ante los dolores y sinsentidos de esta vida. Yo creía que Jesucristo había muerto en la cruz  para ser un grito de protesta contra todos los sufrimientos que unos hombres causan a otros hombres. Yo creía que Jesús había muerto en la cruz por no callar ante las injusticias que los poderosos ejercían sobre los débiles. Yo creía que había muerto en la cruz por ser fiel a su conciencia. 

Yo pensaba que Jesucristo había muerto en la cruz por defender la verdad y la justicia. Que había muerto en la cruz para cargar en sus hombros y perdonar todo el pecado humano. Yo creía que Jesús había muerto en la cruz por amor al hombre, a todo hombre y, en especial, al débil y marginado. Yo pensaba que Jesucristo había muerto en la cruz para animarnos a los hombres a construir un mundo más humano y más feliz, un mundo de hermanos. 

Pero según las noticias de estos días, parece que no fue así, sino que fue para promocionar el turismo en los días de Semana Santa. 

Porque durante las semanas anteriores, los responsables políticos, los alcaldes y delegados se movilizan para atraer a sus municipios y regiones el mayor número posible de turistas, con el objetivo de que los hoteles estén al completo y el consumo se dispare. Pues así crecerá el número de empleos y bajará la cifra escalofriante de parados. 

Y, en lugar de dedicar todo su empeño y todo el dinero común , sin que se pierda ni un solo euro en cuentas B, a crear las condiciones necesarias para reactivar la economía, encuentran aquí en las procesiones un modo fácil de llamar la atención del visitante y activar el consumo.

Incluso algunos cofradieros se desviven para que su santo y su procesión puedan lucirse más espléndidamente y ser la admiración de propios y extraños. 

La Semana Santa, querido lector y especialmente si eres cristiano, no puede ser pretexto para el turismo y el negocio. La Semana Santa tiene un significado mucho más elevado y mucho más importante. Es la Semana en la que los cristianos condensamos, como en un ramillete, toda la vida y toda la lucha del Señor Jesús por ayudar a los hombres a construir un mundo de hermanos, en lo cual consiste el reino de Dios en su etapa terrenal. 

Es la Semana en la que rememoramos todo el sufrimiento que Cristo arrostró por defender la justicia para los débiles y la dignidad de todos. 

Es la Semana en la que evocamos y gozamos el inmenso amor de Jesús a todos los hombres, amor por el que estuvo dispuesto a afrontar todo el sufrimiento que los poderosos egoístas le infligieron. 

Es la Semana en la que contemplamos toda la grandeza de Jesucristo, el Señor, el único Señor de la historia. 

Por ello, los cristianos, creo que no debemos permanecer silenciosos ante un uso equivocado y torticero del sentido profundo y salvador de la Semana Santa. La persona, al ser un ser social, repercute en la sociedad con cualquiera de sus actividades y, en especial, con las actividades de su conciencia religiosa. Por ello, no debemos permanecer indiferentes y mirar para otro lado ante las interpretaciones erróneas de nuestra fe. Sino que debemos dar testimonio, humilde pero firme, del verdadero significado de nuestras celebraciones.

                                                            Ignacio Peláez Pizarro

 


COINCIDENCIAS

Cuando pienso en la Semana Santa, días de grandes manifestaciones religiosas, me llama la atención que lo que en realidad se está mostrando procesionalmente y en los grandes discursos o pregones, son las secuencias de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, es decir, la condena y la ejecución de un hombre con la muerte más dramática y dolorosa que se pueda imaginar. Pero, es curioso, para nada se comenta ni se detallan en esas procesiones y pregones cuáles son las causas que provocaron ese juicio y esa condena a muerte; lo que equivale a conocer las razones que llevaron a Jesús a ese riesgo de perder su vida en una cruz: defender a las personas más vulnerables y excluidas de la población humana de  Palestina; denunciar las injusticias y los abusos de los poderosos y de las instituciones religiosas de su momento histórico; destapar la corrupción de quienes manejaban, con su influencia y su poder, decisiones sociales, económicas y políticas que afectaban a los más débiles; sanar a los enfermos y recuperar su dignidad como persona, que le era negada por las normas y cultos religiosos; acoger a quienes nadie quería y compartir con esa población rechazada por los prejuicios sociales y religiosos. En definitiva, Jesús de Nazaret era un hombre que vivía de una manera distinta a las costumbres y normas impuestas por unos dirigentes políticos, económicos y religiosos que buscaban su propio lucro personal, garantizando así, el mantenimiento de sus privilegios. Suena un poco o un mucho a nuestra actualidad en el siglo XXI, ¿verdad?

Pues bien, como digo, se silencia completamente cuales fueron esas razones humanas que llevaron a Jesús de Nazaret a su condena de muerte en la cruz. Se prefiere mostrar un dolor y un sufrimiento divinizando la imagen del crucificado, en lugar de ese dolor y ese sufrimiento humano causado por el cúmulo de injusticias y corrupciones que Jesús denunciaba, sufriendo las consecuencias por su forma de vida.

Los medios de comunicación de hoy, en sus páginas y sus imágenes, dan a conocer con todo lujo de detalles el espectáculo de la muerte en cualquier lugar del mundo. También de Palestina. Lo vemos en las noticias de todos los medios de comunicación y en los programas dedicados a la información. Lo mismo que dan a conocer las imágenes de las procesiones con la muerte de Jesús. Es llamativo descubrir cómo se manipula la información según los intereses de quienes ordenan y dirigen lo que conviene en cada momento. Y lo hemos podido constatar en fechas recientes con la gran manifestación en Madrid el 12M. Han sido tres días de concentración y manifestaciones pacíficas, sólo alteradas por esas provocaciones dirigidas por personas y entes interesados, provocando agresiones y violencia injustificadas. Pues bien, los medios han destacado básicamente esos altercados con imágenes y noticias relacionadas con la violencia. Muy poco o nada se ha dado a conocer la lista tan grande de denuncias y reivindicaciones que mostraban los manifestantes con sus pancartas, sus voces rotas y sus discursos, que trataban de dar a conocer públicamente y en los centros de poder el terrible sufrimiento que padece la población española más vulnerable a causa de las injusticias y corrupciones de los poderosos. Ni el entorno del poder político, ni el económico ni el institucional religioso se han hecho eco de esos gritos de dolor y sufrimiento que afecta a esa población mayoritaria en lo humano, lo social, lo económico, lo asistencial: sanidad, educación, vivienda; en la falta de trabajo, etc.

Es curioso, sucede lo mismo con las manifestaciones religiosas de la Semana Santa y con los sucesos de nuestro mundo de hoy, se publicita en los medios de comunicación lo dramático de las consecuencias de unos hechos, pero no las causas que los motivaron. El procedimiento es el mismo en cualquier época de nuestra historia humana: se silencia lo que no interesa a quienes manejan el poder en cualquiera de sus manifestaciones.

 De esta manera, la vida de Jesús de Nazaret, lo que hizo en su vida terrena a favor de quienes sufrían las consecuencias de tantas injusticias y corrupciones, su juicio y su condena a muerte, se parece mucho a lo que ocurre en el siglo XXI, silenciándose las razones y las causas de las denuncias que tratan de dar a conocer la triste e injusta realidad que afecta a la población mundial más vulnerable.

                                                        José Olivero Palomeque

 


 

DEL TEMPLO

 

A LA CALLE

 
Los templos son los espacios acotados de todas las religiones para encontrarse con la divinidad. No sirven los lugares profanos, los de la vida cotidiana. Se crean edificios y ámbitos que faciliten la experiencia religiosa. Acontecimientos importantes, como el nacimiento y la muerte, tienen sitio en las iglesias. Se trasladan de la vida a lo sagrado. Las imágenes son los símbolos, que representan la historia y tradiciones de cada religión. En el cristianismo, se centran en la figura de Jesús y de sus seguidores. Se busca lo divino desde la historia, porque se cree en un Hijo del hombre, que fue también Hijo de Dios. Como lo pasó mal y acabó en la cruz, es fácil identificarse emocionalmente con él. 

Sus imágenes procesionales reflejan lo humano y lo divino (Jesús del Silencio, de las Penas, del Gran Poder, de la Pasión, de la Expiración, etc.). La figura de la madre se asocia a su proyecto de vida, a pesar de escasa presencia en su vida pública. No hay duda de que también vivió una pasión. Sus imágenes lo recuerdan (Amargura, Soledad, Esperanza, Angustia, de los Dolores, del Buen Fin, de los Remedios, etc.). "Nuestro Padre Jesús Nazareno" y "Nuestra Madre", así los llama el pueblo andaluz, simbolizan las penas y sufrimientos de la gente, que, a través de ellos, busca a un Dios humano y cercano. 

En Semana Santa, se dejan los espacios sagrados y se sacan las imágenes a la calle. No basta con los sitios separados de la existencia profana, hay que encontrar a Dios en la vida cotidiana. Las imágenes van a donde vive la gente, donde se dan los acontecimientos, donde se realiza la historia de cada uno. Se desplazan de lo sagrado a lo profano. Se sale de lo religioso acotado, para encontrarse con lo humano. Se puede decir que toda la ciudad es un templo. Esta dinámica responde a un rasgo cristiano fundamental: hay que encontrar la divinidad en la vida. El templo no es el lugar para ese encuentro, sino lo cotidiano, la relación con las personas. Especialmente, las situaciones en las que hay sufrimiento, injusticia, marginación y pobreza. En el crucificado se revela la divinidad, donde menos se esperaba. No en el templo, ni en el palacio, sino en la víctima de la injusticia, en el mesías de los pobres. La divinidad irradia en el crucificado, los pasos transforman la corona de espinas en un signo de gloria. Nos recuerdan que Dios está con los crucificados de este mundo y con quienes tienen hambre y sed de justicia. Dios quiere hacerse presente en los que viven una pasión en su vida. 

El peligro de las religiones es desvincular lo sagrado de lo profano. El capillita que busca a Dios en las iglesias y no lo encuentra en medio de la vida, está cercano a los que mataron al Nazareno. Buscar a una divinidad ajena a lo humano, que se refugia en espacios, tiempos, rituales y ceremonias separadas de la vida, es contradictorio con una religión que cree en la filiación divina del Hijo del hombre. Nietzsche denunció que las iglesias son los sepulcros de Dios. Porque "Dios ha muerto", cuando no tiene consecuencias para la vida. Amarlo en el templo y marginarlo en la vida cotidiana, es la trampa de las personas religiosas. 

Del templo a la calle es ambiguo, porque no basta con meter la religión en lo cotidiano, si no se meten los asuntos humanos en la religión. Por eso las imágenes de las Hermandades no pueden quedarse en representaciones religiosas, que se sacan procesionalmente una semana del año. Hay que buscar a los crucificados de hoy, a aquellos en los que Dios quiere hacerse presente, personas con las que se identificó el mismo Jesús de Nazaret. 

Las imágenes mejores de la Semana Santa no son las de nuestras procesiones. Hay que encontrarlas en los que huyen del hambre, heridos por las cuchillas de nuestras alambradas; en los parados que no ven salida; en los estafados, que han perdido sus ahorros; en los pobres, impotentes, cuando se recortan los servicios sociales; en los enfermos y ancianos que se sienten solos y abandonados. La religión, al margen de lo humano, no tiene sentido. Y la pasión de Jesús tampoco, cuando es mero recuerdo histórico sin consecuencias para nuestra actualidad. Por el contrario, cuando la búsqueda de Dios lleva a identificarse con los que lo pasan mal, la religión tiene un potencial de sentido y de transformación insospechado. 

Hay que sacar la religión de las sacristías y los templos. Por eso, la Semana Santa andaluza es ambigua, como lo es todo lo sagrado. Sólo sirve cuando es un mensaje de salvación, que compromete con la fraternidad y la solidaridad humana.

                                                                  Juan A. Estrada

jueves, 30 de enero de 2014

OPORTUNIDADES SOLIDARIAS


La crisis como oportunidad de encontrar un modo de vida sostenible para todos.

Por Leonardo Boff


Es un hecho que las crisis encierran también una gran oportunidad de cambiar las cosas  y mejorar el actual statu quo. De hecho, está de moda recordar que en el ideagrama chino la palabra “crisis” significa tanto el concepto de “riesgo/peligro” como de “oportunidad”. Pero mientras muchos economistas y coachers perciben esta oportunidad como otro nicho de mercado para seguir obteniendo beneficios a toda costa, lo que han hecho los amos del mundo hasta ahora, hay pensadores integrales y con conciencia que nos hablan de otro tipo de oportunidades. Las del Ave Fenix, las de transformar el mundo y resugir desde las cenizas de la inminente depresión económica.

Este es un esperanzador artículo de Leonardo Boff, el famoso teólogo de la liberación, filósofo, ecologista y gran defensor de los pobres y los marginados, y que nos recuerda que no debemos desperdiciar las posibilidades de la crisis como purificación y depuración y que la actual “nos ofrece la oportunidad, tal vez una de las últimas, para encontrar un modo de vida sostenible para los humanos y para toda la comunidad de vida“.

Estas son sus sabias palabras:

Frente al cataclismo económico-financiero mundial se dibujan dos escenarios: uno de crisis y otro de tragedia.

Tragedia  sería si toda la arquitectura económica mundial se desmoronase y nos empujase hacia un caos total con millones de víctimas, por violencia, hambre y guerra. No sería imposible, pues el capitalismo generalmente supera las situaciones caóticas mediante la guerra. Gana al destruir y gana al reconstruir. Solamente que hoy esta solución no parece viable, pues una guerra tecnológica liquidaría a la especie humana; sólo caben guerras regionales sin uso de armas de destrucción masiva.

Otro escenario sería el de crisis. Para ella, no acaba el mundo económico, sino este tipo de mundo, el neoliberal. El caos puede ser creativo, dando origen a otro orden diferente y mejor. La crisis tendría, por tanto, una función purificadora, abriendo espacio para otra oportunidad de producción y de consumo.

No necesitamos recurrir al ideograma chino de crisis para saber de su significado como peligro y oportunidad. Basta recordar el sánscrito, matriz de las lenguas occidentales.

En sánscrito, crisis viene de kir o kri que significa purificar y limpiar. De kri viene también crítica que es un proceso por medio del cual nos damos cuenta de los presupuestos, de los contextos, del alcance y de los límites sea del pensamiento, sea de cualquier fenómeno. De kri se deriva además crisol, utensilio químico con el cual se limpia el oro de las gangas y, finalmente, acrisolar que quiere decir depurar y decantar. Entonces, la crisis representa la oportunidad de un proceso crítico, de depuración de lo esencial; sólo queda lo verdadero; lo accidental, sin sustentación, cae.

Alrededor y a partir de este núcleo se construye otro orden que representa la superación de la crisis. Los ciclos de crisis del capitalismo son notorios, conocidos. Como nunca se hacen cortes estructurales que inauguren un nuevo orden económico sino que siempre se recurre a ajustes que preservan la lógica explotadora de base, nunca supera propiamente la crisis. Alivia sus efectos dañinos, revitaliza la producción para nuevamente entrar en crisis y así prolongar el ciclo de crisis recurrente.

La crisis actual podría ser una gran oportunidad para la invención de otro paradigma de producción y de consumo. Más que nuevas regulaciones son urgentes las alternativas. La solución de la crisis económico-financiera pasa por el encarrilamiento de la crisis ecológica general y del calentamiento global. Si estas variables no fuesen consideradas, las soluciones económicas dentro de poco tiempo no tendrán sosteniblidad y la crisis volverá con más virulencia.

Las empresas en las bolsas de Londres y de Wall Street tuvieron pérdidas de más de un billón y medio de dólares, pérdidas del capital humano. En cuanto a esto, según datos de Greenpeace, el capital natural tiene pérdidas anuales del orden de 2 a 4 billones de dólares, provocadas por la degradación general de los ecosistemas, desarborización, desertificación y escasez de agua. La primera produjo pánico, la segunda ni siquiera fue notada. Pero esta vez no hay posibilidad de seguir con el business as usual.

Lo peor que nos puede pasar es no aprovechar la oportunidad proveniente de la crisis generalizada del tipo de economía neoliberal para proyectar una alternativa de producción que combine la conservación del capital natural junto con el capital humano. Hay que pasar de un paradigma de producción industrial devastador a otro de sustentación de toda la vida.

Esta alternativa es imprescindible, como lo mostró valerosamente François Houtart, sociólogo belga, en una conferencia ante la Asamblea de la ONU el 30 de octubre del presente año: si no buscamos una alternativa al actual paradigma económico, del 20 al 30% de las especies vivas podrán desaparecer en quince años y a mediados de siglo habrá de 150 a 200 millones de refugiados climáticos. Ahora la crisis en vez de oportunidad se vuelve un peligro aterrador.

La crisis actual nos ofrece la oportunidad, tal vez una de las últimas, para encontrar un modo de vida sostenible para los humanos y para toda la comunidad de vida. Sin eso podremos ir al encuentro de lo peor.

Nosotros estamos seguros que esta crisis será sinónimo de ALTERNATIVA y que si nos amotinamos y cambiamos de capitán (la conciencia en vez del egoísmo), el barco no llegará a los acantilados.

(Vía: Kaosenlared)

 

jueves, 26 de diciembre de 2013

ACONTECIMIENTO PARA TODOS


 
Celebrar el nacimiento de Cristo es celebrar la manifestación de Dios entre nosotros, es todo un “sacramento”; es decir: un “signo” de que Dios habita entre nosotros”.











La encarnación de Jesús nos plantea creer de otra manera: Dios es la Unidad Total: Comunidad de toda Vida.

Así, todos los seres humanos estamos llamados a tomar parte de este Reino de Dios  (que lo llamaba Jesús).

 




Jesucristo es el enviado desde el Cielo a la Tierra para anunciarnos esta buena Noticia: todos somos hijos de Dios, herederos del Reino.












Si lo creemos, nos corresponde vivirlo. Con gozo, con esperanza, también con nuestro compromiso de vida.

 












 



 
Para vivir el significado
de la Navidad
y la encarnación

En los días navideños, la Iglesia propone en la liturgia de cada día una lectura de la primera carta de Juan. Es una elección muy acertada pues en ese texto hay algo fundamental para el cristianismo: nada como esa carta nos desentraña el significado de la encarnación: que Dios se hizo hombre para que le buscáramos entre los hombres y no en las nubes del cielo. Pero esa carta de Juan es un texto difícil por dos razones: una es su estilo semita, lleno de repeticiones, anticipos y vueltas atrás, ajeno a nuestra mentalidad occidental. Otra es nuestra ceguera como lectores: San Agustín avisaba de que “el corto entender nos coarta en esta carta”  (Obras, BAC, XVIII, 239).

Una ayuda para comprender la carta de Juan puede ser el comentario de san Agustín, una de sus mejores obras. En este sentido proponemos aquí una breve selección de ese comentario.

1.- Del comentario de Agustín puede salir un impresionante canto al amor desinteresado. Veámoslo:

“Amor, dulce palabra; realidad más dulce” (308).

“El amor es la culminación de todo nuestro obrar; él es la meta y hacia él corremos” (351).

“Cada cual es lo que sea su amor” (231).

2.- El amor es necesariamente activo, porque, en un mundo cruel como éste, cree Agustín, y pide: “que la caridad golpee tus entrañas” (percutiat viscera tua charitas 273). Por eso:

“Nadie puede decir qué rostro tiene el amor. Sin embargo tiene pies y ellos llevan hacia la Iglesia, tiene manos y ellas socorren al necesitado; tiene ojos pues por ellos ves al indigente; tiene oídos y a ellos les dice el Señor: ‘el que tenga oídos para oír que oiga’” (305).

3.- Ese amor implica un olvido total de sí, incluso de nuestra inacabable necesidad de justificarnos: “en cuanto empiezas a no defender tu pecado, ya estás camino de la justicia” (249).

4.- Por eso puede decirse de ese amor que en él está todo. Y este es el significado pleno de la encarnación de Dios:

“El que ama a su hermano ama a Dios. Es inevitable que ame a Dios, pues es necesario que ame al Amor mismo.

¿Acaso podría alguien amar al hermano y no amar al amor? Imposible. Y amando el amor ama a Dios.

¿Ya no recuerdas lo que antes decía: “Dios es Amor”? Pues si Dios es Amor, quienquiera que ame al amor ama a Dios.

Por tanto: ama a tu hermano y quédate tranquilo: pues no podrás decir amo a mi hermano y no amo a Dios. Al revés: mientes, tanto si dices que amas a Dios y no amas a tu hermano, como si dices que amas a tu hermano y pretendes no amar a Dios.

En resumen: si amas a tu hermano es preciso que ames el amor. Es así que el Amor es Dios. Luego quien ama a su hermano ama a Dios”[1] (342-43).





[1] Mantengo la palabra Amor con mayúscula cuando se refiere a Dios, para eludir la ambigüedad de nuestras traducciones que no tienen palabras para la “agapê” griega. Pues traducir por amor conlleva el riesgo de nuestra identificación facilona entre amor y deseo. Pero traducir por caridad es proyectar en Dios la devaluación minimalista que nosotros hemos hecho de esa espléndida palabra (pues caridad empalma con el griego “charis” que alude a la gratuidad). Y traducir por solidaridad, que pudo ser hoy la palabra más expresiva, puede implicar una reducción grupal de la solidaridad, que la prive de su carácter universal. En el primer caso el amor haría menguar la libertad, en el segundo la igualdad y en el tercero la fraternidad. Por eso opto por Amor con mayúsculas.

NB. Los textos citados están tomados del libro de J.I. González Faus: El rostro humano de Dios: de la revolución de Jesús a la divinidad de Jesús. capítulo 3º.