La alegría cristiana es por esencia una participación espiritual de la alegría insondable, a la vez divina y humana, del corazón de Jesucristo glorificado. Tan pronto como Dios Padre empieza a manifestar en la historia el designio amoroso que El había formado en Jesucristo, para realizarlo en la plenitud de los tiempos, esta alegría se anuncia misteriosamente en medio del Pueblo de Dios, aunque su identidad no es todavía desvelada. (Gaudete in Domino, Pablo VI, II,1)
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martes, 31 de enero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
EL HAMBRE EN EL MUNDO
UN RETO PARA TODOS: EL DESARROLLO SOLIDARIO
La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyados en diversas presiones políticas, rigen la economía mundial: ellos se revelan casi incapaces de absorber las injustas situaciones sociales heredadas del pasado y de enfrentarse a los urgentes desafíos y a las exigencias éticas. Sometiendo al hombre a las tensiones creadas por él mismo, dilapidando a ritmo acelerado los recursos materiales y energéticos, comprometiendo el ambiente geofísico, estas estructuras hacen extenderse continuamente las zonas de miseria y con ella la angustia, frustración y amargura... No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones. La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres y solidarios. (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 1979, n. 16)
EDUCACIÓN EVANGELIZADORA
Nos conduce a proponer una visión de la educación, más conforme con el desarrollo integral que propugnamos; la llamaríamos la EDUCACIÓN LIBERADORA; esto es, la que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo. (Medellín, 4, 8)
La EDUCACIÓN EVANGELIZADORA asume y completa la noción de educación liberadora, porque debe contribuir a la conversión del hombre total, no sólo de su yo profundo e individual, sino también en su yo periférico y social; orientándolo radicalmente a la genuina liberación cristiana que abre al hombre a la plena participación en el misterio de Cristo resucitado, es decir, a la comunión filial con el Padre y a la comunión fraterna con todos los hombres, sus hermanos. (Puebla, 1026)
DENUNCIA Y PROFETISMO
El Pueblo de Dios es enviado a servir al crecimiento del Reino en los demás pueblos. Anuncia dónde se manifiesta la presencia de su Espíritu. Denuncia dónde opera el misterio de iniquidad, mediante hechos y estructuras que impiden una participación más fraternal en la construcción de la sociedad y en el goce de los bienes que Dios creó para todos. (Puebla. 267)
La Iglesia tiene obligación de poner de relieve ese aspecto integral de la Evangelización (defensa de los derechos humanos), primero con la constante revisión de su propia vida y, luego, con el anuncio fiel y la denuncia profética. (Puebla, 338)
CONVERSIÓN
La originalidad del mensaje cristiano no consiste directamente en la afirmación de la necesidad de un cambio de estructuras, sino en la insistencia en la CONVERSIÓN del hombre, que exige luego este cambio. (Medellín, 1, 3)
Jesús, de modo original, propio, incomparable, exige un seguimiento radical que abarca todo el hombre, a todos los hombres y envuelve a todo el mundo y a todo el cosmos. Esta radicalidad hace que la conversión sea un proceso nunca acabado, tanto a nivel personal como social. Porque, si el Reino de Dios pasa por realizaciones históricas, no se agota ni se identifica con ellas. (Puebla, 193)
COOPERACIÓN Y VOLUNTARIADO
Para hacer una nueva humanidad, con hombres nuevos, y encaminar todos hacia una nueva manera de ser, de juzgar, de vivir y de convivir. Todo esto es UN SERVICIO que nos urge. (Puebla, 350)
CONCIENTIZACIÓN
Lo que la Iglesia propone es aceptado o no en un clima de más libertad y con marcado sentido crítico… (Puebla, 77)
La misión de la Iglesia es también ser agente de una concientización general de responsabilidad común, frente a un desafío que exige la participación de todos. (Puebla 1220)
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