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sábado, 15 de octubre de 2022

ALDABONAZO A LA CATOLICIDAD

         

El penúltimo domingo de octubre, la Iglesia católica celebra el DOMUND, o “Domingo Mundial de las Misiones”. Ese día, los católicos tenemos la oportunidad de dedicar nuestra jornada para orar y apoyar a quienes se dedican a misionar.

                                 

Además de motivar a la oración, en el DOMUND todas las parroquias realizan una colecta de fondos para apoyar las obras de misión en los cinco continentes.

Todas estas aportaciones son enviadas al Fondo Universal de Solidaridad de las Obras Misionales Pontificias, organismo al que el Papa ha encomendado la atención y promoción de las misiones en el mundo.

                        

¿Qué es el DOMUND y por qué es importante para la Iglesia católica?

La misión de la Iglesia le da continuidad al amor mismo de nuestro Dios encarnado.

Cada año, en el DOMUND, renovamos la llamada inicial de Cristo y así se despierta de nuevo nuestra conciencia misionera universal.

                     

En el DOMUND todos los bautizados (niños, jóvenes, familias, es decir, todos), nos descubrimos como Iglesia en misión, que siente e interviene en la misión que otros, los misioneros, realizan directamente en las misiones.

Se puede decir que el DOMUND ensancha nuestro corazón misionero y lo hace universal: nos hace abrir nuestros ojos creyentes, nuestro corazón que ve, hacia el ancho mundo de la misión.

                
Seguramente, a estas alturas, no hay que insistir mucho en cómo situarse ante esta Jornada Misionera. De todos es sabido que nuestra vida en Cristo se forja con hondura en la oración, pues ésta nos pone en sintonía con el corazón mismo de Cristo. Se puede decir que la comunión misionera entre nosotros se cultiva especialmente en la oración que hacemos por la labor evangelizadora de las misioneras y los misioneros. Es más, sin la oración difícilmente llegaríamos a comprender del todo qué significa ser y sentirse misioneros. Pero también es evidente que la oración nos empuja a una proyección misionera activa.

En el Domund también se nos pide una cooperación económica, generosa con las misiones. Es una jornada ideal para colaborar con las misiones.

                  
La iniciativa de llamarnos a colaborar en el DOMUND parte de la Santa Sede, del Papa; porque nuestra colaboración con las misiones en cada Jornada del DOMUND es a través de la Iglesia universal y en favor de los miles de “territorios de misión” que hay en todo el mundo.

                 
Lo significativo o distintivo del DOMUND es que dinero recaudado en esta jornada anual llegará a todas las misiones de la Iglesia, sin distinción; no cómo sucede con los “hermanamientos” (por ejemplo) cuya ayuda se hacen con algunos destinos misioneros concretos, a los que, por supuesto, siempre habrá otras ocasiones para colaborar, pero con otras acciones y en otros momentos.

Lo recaudado en el DOMUND ha de ir todo íntegro a las OMP para que los distribuyan entre todas las misiones; buscando una distribución justa y equitativa.

 

El total de la aportación económica que reciben las OMP van destinada a las tareas de las misiones: la transmisión de la fe, la educación, la salud y a la mejora de las condiciones de vida de las personas con las que conviven los misioneros, que en la mayoría de las ocasiones son de pobreza, malnutrición y enfermedades.

 

Nuestra sensibilidad misionera, con nuestra generosidad, muestra siempre un alto índice de fe, que, en sí misma, es un don que se ha de compartir. Pongamos, pues, nuestro grano de arena en la gran montaña de amor que están poco a poco formando nuestros misioneros.

                                                                                           Los misioneros cambian la vida de muchas personas en todo el mundo. Para ayudarles a seguir desarrollando su labor en las misiones CADA DONATIVO ES IMPORTANTE.

 

                        

El sentido de misionar

¿Por qué es importante que todos los hombres conozcan, acepten y vivan a Cristo?

Cuando Jesús, una vez resucitado, tiene que regresar junto a su Padre del cielo, se despide de sus discípulos y les deja una misión: predicar el Evangelio. El evangelio de san Marcos nos habla de esta escena tan importante para nosotros, los que seguimos a Jesús (Mc 16, 15-20).

                              

¿Dónde está situada la “tierra de misión”?

El mundo ha cambiado rápidamente en nuestros días. Hemos pasado de una sociedad que se confesaba cristiana, católica, a una sociedad indiferente a la religión y, a veces, antagónica, contraria. Antes la labor pastoral de los sacerdotes era conservar e ilustrar la fe del pueblo. Todos eran católicos y no hacía falta más. En esos tiempos se veía con admiración a aquellos hombres y mujeres que dejaban su patria para ira a tierras extrañas, casi siempre exóticas (motivadoras de emocionantes aventuras), a predicar el Evangelio a quienes aún no conocían a Jesucristo.

Ya no necesitamos ir a... esas románticas “tierras de paganos” para predicar el Evangelio a los que no lo conocen. Aquí mismo, en nuestra patria, en nuestra Ciudad, en nuestro barrio, ¡en nuestra casa! hay personas indiferentes que necesitan que se les despierte su sensibilidad para poder comprometerse con Cristo. Y esto es importante, es cuestión de vida o muerte; es cuestión de abrirse o no, a la salvación.

                               

Todos somos misioneros

La pregunta de base es: ¿porqué de tener fe viviendo en un mundo indiferente? Indudablemente es un don, un privilegio de parte de Dios, el dador de la fe. Pero es un privilegio que implica una responsabilidad: hablar de Aquél a quien seguimos y que nos ha hecho felices, con una felicidad que no dan los bienes materiales de esta tierra.

                 

La Iglesia es misionera porque ha sido enviada por Jesucristo a predicar el Evangelio. Y la Iglesia somos todos los bautizados. Y en una Iglesia que es esencialmente misionera, ¡todos somos misioneros!

              

¿Y cómo ser misioneros?

Se evangeliza, ante todo, por el testimonio. No se trata tanto de hablar de Cristo sino de vivir como Cristo. Para hablar de Cristo basta aprender una doctrina, para vivir como Cristo se necesita un constante esfuerzo apoyado por la gracia divina. Un ejemplo arrastra más que mil palabras.

            

Pero también es necesario ilustrar el testimonio hablando de Aquél, Cristo, que lo motiva e inspira. Y para hablar de Cristo, no implica conocerlo.

                  

Estamos llamados a misionar porque Jesús nos pidió difundir su palabra.

El conocimiento de Jesús comienza por esa oración que practicamos con toda sencillez en la que nos ponemos en las manos de Dios con la confianza de los hijos. Orar es hablar con Dios y conocerlo como a una persona amiga muy frecuentada y tratada.

Lo demás es fácil. Es agradable hablar de nuestras verdaderas amistades.

Conocer a Cristo también significa penetrar en su Evangelio. 

                

Las misiones “ad gentes”

La preocupación por los que no conocen a Jesús en nuestra propia casa no impide que también nos preocupemos por los de tierras lejanas que ni siquiera han escuchado hablar de Él.

                 

La Iglesia destina numerosos elementos, valiosos por su preparación y entrega, a las Misiones “ad gentes”, es decir, en nuestro idioma, las Misiones entre los Gentiles, los paganos que adoran a falsos dioses y no conocen el Evangelio.

                

La labor de los misioneros a veces es muy difícil, sobre todo en los países en que las leyes prohíben su misión de predicar. ¡Predican con su silencio! No hablan, ¡actúan!

Los misioneros van hoy a tierras extrañas a servir a los hermanos más necesitados, y con perseverancia y paciencia logran que algunos, por fin, pregunten: “¿Quién es Jesús?”, y entonces, sólo hasta entonces, comienzan a hablar de Cristo.

                             
 DOMUND: 

     la hora de todos.

 

 

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