Es el mismo Dios quien, en la plenitud de los tiempos, envía a su Hijo, Jesucristo, para que hecho carne, venga a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado, la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión; en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen en el egoísmo humano. (Medellín, 1, 3)
Sólo a la luz de Cristo se esclarece verdaderamente el misterio del hombre. En la Historia de la Salvación, la obra divina es una acción de liberación integral y de promoción del hombre, en toda su dimensión, que tiene como único móvil el amor. (Medellín, 1, 4)
Cristo, primer evangelizador y testigo fiel, evangeliza dando testimonio veraz de lo que ha visto junto al Padre y hace las obras que ve hacer al Padre; sus acciones tan testimonio de que vino del Padre. (Puebla 967)
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