Hoy he encontrado en una página de Internet una serie de testimonios sobre el perdón. Creo que merece la pena traerlos aquí. Ojalá que nos haga seguir cambiando el corazón a más humano.
TESTIMONIOS DE AMOR
A LOS ENEMIGOS
Las palabras de Jesús sobre el amor a los enemigos alcanzan toda su plenitud cuando hay personas que las viven en sus circunstancias concretas. Nos bastaría saber que Jesús ya las vivió y fue coherente con su propio mensaje. Para nuestra alegría, Jesús no ha sido el único que ha creído en el amor hasta el final. Todos los casos en los que se llega al amor a los enemigos suponen una muestra evidente de que Dios y su Palabra están presentes en la historia, de que podemos alcanzar grados de humanización que incluyan el amor y el perdón al enemigo.
Por eso estos testimonios que ahora publicamos son una enorme riqueza para la humanidad, sobre todo teniendo en cuenta que no se llega al amor al enemigo de la noche a la mañana, sino que tal actitud es fruto de un proceso, de una visión de la vida y de los demás que se alcanza con la educación y el esfuerzo cotidiano… y con la gracia de Dios. De hecho, en la mayoría de estos testimonios aparece explícitamente la motivación religiosa, cristiana o no.
Los 15 testimonios que aparecen a continuación están publicados por el orden cronológico de las fechas que dieron lugar al conflicto resuelto con el amor. Los dos testimonios que no tienen fecha precisa han sido colocados al final.
1. Chile: JUAN ALSINA
Juan Alsina era un cura obrero español que viajó a Chile con la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana). Allí estuvo cinco años, hasta el 19 de septiembre de 1973, ocho días después del golpe de estado del general Augusto Pinochet. Ese día fue detenido en el hospital de San Juan de Dios, donde trabajaba como jefe de personal, y asesinado de siete tiros en el puente Bulnes, sobre el río Mapocho. Juan Alsina sabía que esto podía suceder pero prefirió quedarse y seguir trabajando junto al pueblo chileno.
Nueve meses después de su muerte, José Alsina, su padre, le escribió una carta para felicitarle “desde abajo” por su santo. En esta carta decía:
“Recuerdo bien que decías que en Chile tenías muchos amigos ¡Ya lo creo! Y que te querían de veras. Y esto lo han demostrado, porque quisieron que te quedaras para siempre. Yo quisiera saber quién es ese amigo y tener su dirección. No para vengarme de él, sino para perdonarlo y mandarle mi indulto, para que no viva con remordimiento, por-que de muy joven me enseñaron a perdonar y aún no lo he olvidado. Y tú, Juan, desde arriba, donde descansas, perdónalos también, como perdonó Jesucristo a sus discípulos y a toda la humanidad. Te lo digo otra vez, perdónalos como buen cristiano”.
Durante muchos años no se supo nada de este caso hasta que por fin, el 14 de agosto de 1990 (casi 17 años después del asesinato), otro presbítero, compañero de Juan Alsina, consiguió dar con el soldado que lo mató (Nelson Bañados, ya fallecido porque se suicidó) y recoger su testimonio. Según el soldado, “al llegar al puente Bulnes mi capitán (el mayor Donato López Almarza) frenó. Yo me bajé como lo hacía con cada uno de los que fusilaba y saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo:
“Por favor, no me pongas la venda y mátame de frente, que no tengo nada que esconder... Mátame de frente porque quiero verte y darte el perdón”.
Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, que hizo un gesto con las manos; luego las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo: “Padre, perdónalos “.
Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola, pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito no más. Otros a veces caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca más.”
* * *
2. Argentina: ADOLFO PÉREZ ESQUIVEL
De nacionalidad argentina, pintor y escultor de profesión, casado y con tres hijos, católico activo, es un militante de la no-violencia que recibió el Premio Nóbel de la Paz en 1980. Su actitud le valió la cárcel. Esta experiencia data de abril de 1977.
“He vivido la cárcel de diversas formas. Lo digo siempre, por mi parte, es importante mantener la serenidad interior suficiente, en la oración, para escuchar “el silencio de Dios”, para escuchar lo que Él quiere decirnos en nuestra vida personal y a través de los signos de los tiempos, para descubrir cómo los vivimos.
Para mí, ciertos hechos han tenido una significación especial. Fui arrestado el primer día de la Semana Santa, el 4 de abril. También era el aniversario de la muerte de Martin Luther King. Ciertamente viví esta Semana Santa de una forma muy especial.
Durante los dos primeros días del “tubo”, permanecí en la oscuridad más completa. El tercer día, cuando los vigilantes abrieron la puerta, entró la luz y pude leer en las paredes innumerables inscripciones, nombres de seres queridos, oraciones, insultos. En lo que estaba escrito en las paredes, en medio de las oraciones, se podía leer: “En el atardecer de tu vida, serás juzgado sobre el amor”; y también: “Virgen Santa, somos inocentes”; o todavía: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Durante los dos primeros días del “tubo”, permanecí en la oscuridad más completa. El tercer día, cuando los vigilantes abrieron la puerta, entró la luz y pude leer en las paredes innumerables inscripciones, nombres de seres queridos, oraciones, insultos. En lo que estaba escrito en las paredes, en medio de las oraciones, se podía leer: “En el atardecer de tu vida, serás juzgado sobre el amor”; y también: “Virgen Santa, somos inocentes”; o todavía: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Pero lo que más me impresionó fue una enorme mancha con una inscripción escrita debajo con el dedo mojado con sangre. Leí: “Dios no mata”. Esta inscripción se quedó grabada en mí. Permanecerá toda la vida. Estas cosas que dejan huella... Esto ocurría en medio de las torturas.”
* * *
3. Italia: MARIA FIDA MORO
Aldo Moro, ex primer ministro italiano, fue asesinado por las Brigadas Rojas el 9 de mayo de 1978 tras un secuestro de cincuenta y cinco días.
Una de las autoras de aquel secuestro y posterior asesinato, Adriana Faranda, tomó la iniciativa de pedir perdón a la hija de su víctima y le solicitó, junto con su compañero sentimental, Valerio, encarcelado por el mismo delito, que acudiese a visitarles a la cárcel.
“Fui a visitarla a la cárcel porque es lo que hubiera hecho mi padre en mi lugar”, explica Maria Fida Moro, la mayor de las cuatro hijas de Aldo Moro, que tiene ahora sesenta años y confiesa que aquel día «fui hasta la cárcel por mérito de mi padre, que me enseñó a amar la justicia y, a la vez, a perdonar. Además, Adriana y Valerio se habían opuesto a la decisión de matar a mi padre. Y por eso, a su vez, fueron condenados a muerte por sus propios compañeros».
Cuando Italia descubrió un día que la hija mayor del ex primer ministro Aldo Moro visitaba en la cárcel a dos miembros de aquel comando terrorista, muchos se rasgaron las vestiduras y algunos incluso la insultaron, «pero también les perdoné».
Adriana Faranda - que tiene en la actualidad 58 años y es también madre de familia - recuerda que «conocí a Maria Fida en el momento más difícil de mi vida. El valor de sus palabras y del gesto de perdonarnos van más allá de toda medida».
Aquel primer encuentro con las rejas de por medio hace más de veinte años dio paso a una amistad que, a su vez, ha ayudado a otros criminales a pedir perdón, y a otras víctimas a concederlo.
La amistad entre Maria Fida Moro y Adriana Faranda ha superado desacuerdos, como el que hubo en mayo de 2006, cuando la ex brigadista pidió “igualdad de oportunidades para los terroristas y los familiares de las víctimas”.
La hija del primer ministro asesinado le respondió en carta abierta:
“Tú tienes el derecho a tener una vida normal, pero también a nosotros nos gustaría disfrutarla. Tú has cumplido una pena de 16 años y yo llevo cumplida una de 28 años. Tú has salido de la cárcel y has terminado. Nosotros seguimos en la cárcel del dolor, contemplando vi-das perdidas para siempre”.
Adriana lo entendió. Y volvió a pedir perdón.
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4. Italia: PINO TALIERCIO
En 1981 un comando de las Brigadas Rojas secuestró y posteriormente mató a Pino Taliercio, director de la Petroquímica de Marghera (Italia). Durante los días del secuestro su mujer, Gabriella, llamaba a los secuestradores “nuestros hermanos” y una vez en el funeral llegó a pedir por boca de uno de sus hijos:
“Señor, en este día tan duro para mí y para mi familia, ahora que ya no tenemos a nuestro papá, te doy gracias porque, aunque te lo has llevado rápido, nos has dado un papá formidable. Nos ha enseñado a amar al prójimo, el estudio, el trabajo, todas las cosas. Quiero amar también esta muerte de mi papá que tú has llamado a tu Reino”.
Años más tarde, Gabriella seguía esperando en la fuerza del perdón:
“Quizá llegue un día, dentro de 10 años si estoy todavía viva, en el cual quien ha matado a mi marido venga a pedirme perdón”.
Poco después uno de sus secuestradores, Antonio Savasta, escribió a Gabriella estas palabras:
“En los días del secuestro su marido era como usted lo describía: tranquilo, lleno de fe, incapaz de odiarnos y con una dignidad altísima. Sé, señora, que esto no le compensará mucho, pero sepa que dentro de mí ha vencido la palabra que llevaba su marido. Ha vencido contra mí, que sólo hoy consigo entender algo, ha vencido contra todos aquellos que todavía hoy no entienden... Incluso en aquel momento su marido ha dado amor, ha sido una semilla tan potente que tampoco yo, que luchaba en contra, he conseguido extinguirla dentro de mí. Esta es una flor que quiero cultivar para poder ser yo quien la dé. Si no hubiera sido por vosotros yo estaría todavía perdido en el desierto. Creedme, estoy en deuda con vosotros por esto y más. Sólo espero colmar este vacío dando y enseñando a otros lo que vosotros me habéis dado y enseñado a mí”.
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5. Líbano: VIGILIA DE ORACIÓN
Durante los años de la guerra del Líbano, un sacerdote, Michel Hubaut, participó en una vigilia de oración en la que se había escuchado el evangelio que hace referencia a perdonar 77 veces (Mt 18). Ésta es su crónica de aquella oración:
“Hubo un largo silencio. Lo poco que yo había oído del sufrimiento de esas personas después de tantos años de guerra me hizo caer en la cuenta de la enormidad de esta frase ¡Este texto me pareció de pronto in-humano! ¿Cómo se puede proponer esta Palabra a personas aplastadas por una situación que no han buscado y donde se sienten impotentes? Controlando su pena, osaron hablar. Y yo, estupefacto, escuchaba esas voces, rotas por tanto sufrimiento, reconocer humildemente que ese perdón no volvería a surgir naturalmente de sus corazones. Demasiado odio, sangre y muertos como para no sentirse destrozados.
Después de esta confesión sin máscaras rezaron a Dios que hiciera nacer, por la fuerza de su Espíritu, este perdón imposible. La verdad y la grandeza de su oración eran de una calidad impresionante.
Terminada la vigilia, entrada la noche, uno de ellos me acompañó en coche. Cuando nos despedíamos me dio un poco de dinero:
“Padre, me gustaría que usted dijese una misa por mis dos hijos, muertos con 17 y 21 años”.
Y añadió tras un momento de duda:
“Fueron torturados”.
Y antes de que tuviese el tiempo de reaccionar, aturdido por tal enormidad, me tendió otro billete:
“Y usted dirá otra misa por quienes les mataron”, me dijo.
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6. Argelia: CHRISTIAN DE CHERGÉ
Argelia vivió un periodo muy convulso: todos los extranjeros presentes en el país fueron amenazados por el terrorismo fundamentalista y muchos, sobre todo religiosos y misioneros cristianos, fueron asesinados. Entre ellos se encontraban los siete monjes trapenses, todos franceses, del monasterio de “Nuestra Señora del Atlas”, que fueron secuestrados en marzo y degollados el 21 de mayo de 1996.
Estos monjes ya habían recibido la “visita” amenazadora de hombres armados a los que llamaban “nuestros hermanos de las montañas.” Los monjes sabían que sus vidas corrían peligro, pero todos decidieron libremente seguir en el país. El prior de la comunidad, Christian de Chergé, había vivido 3 años de su infancia en Argelia y volvió allí como militar durante la guerra de la independencia. Entonces un amigo suyo musulmán, Mohamed, fue asesinado al querer protegerle. Este hecho marcó su vida y le orientó hacia el sacerdocio y a volver a Argelia como religioso. Así se puede comprender el profundo aprecio por los musulmanes que quedó reflejado en su testamento, que aquí reproducimos:
Cuando un A-Dios se vislumbra...
Si me sucediera un día, y ese día podría ser hoy, ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven de Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país. Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí. ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido. Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo, al que yo amo, sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo, al que yo amo, sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo. Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: "¡Qué diga ahora lo que piensa de esto!" Pero éstos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será, siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío
¡AMEN! IM JALLAH!
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7. España: JOSÉ LUIS SAN PÍO
El 11 de septiembre de 2001 se produjeron los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. En aquellos atentados hubo una única víctima española: Silvia San Pío, de 26 años, que estaba casada con el estadounidense John Resta y que trabajaba junto a él en una compañía de inversiones de la torre norte. Ambos murieron.
El padre de Silvia, José Luis, abogado en Madrid, suele repetir un mensaje: “Procuro expresar mi pensamiento de que el terrorismo no debe ser combatido por la violencia, sino por el amor al prójimo y el perdón”. Lo que hay que hacer, según él, es tender puentes, ponerse de acuerdo, y para ello el camino pasa por la misericordia y el amor a nuestros semejantes.
De hecho, José Luis cree que las medidas contra el terrorismo que se han adoptado tras el 11-S, no han servido porque lo importante es “hacer que la injusticia que existe en el mundo se reduzca” ya que “la injusticia no es la causa del terrorismo, pero lo fomenta”.
Al ser preguntado si ha podido perdonar a quienes mataron a su hija, San Pío empieza diciendo que nunca ha sentido odio por los terroristas. Luego se detiene un segundo y acaba contestando que sí: “Creo que les he perdonado”. San Pío lo intenta explicar con términos bíblicos: “Los terroristas no saben lo que hacen”.
Esta cita del Evangelio no es casual. San Pío es cristiano y afirma que, “por supuesto”, su fe le ha ayudado. Dice que es un don, que no hay que intentar convencer a la gente, pero que, “gracias a Dios”, él es creyente.
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8. Francia: COMUNIDAD DE TAIZÉ
El 16 de agosto de 2005, durante la oración vespertina de la comunidad ecuménica de Taizé junto con los jóvenes que se alojan allí una mujer rumana, Luminita Solcan, acuchilla al fundador de la comunidad, el hermano Roger, quien participa en la oración rodeado de niños. Inmediatamente evacuan al herido, pero muere enseguida. Parece ser que la mujer había solicitado ser admitida en el grupo de los jóvenes “permanentes” al lado de la comunidad, pero los hermanos se lo habían desaconsejado por sus desequilibrios psicológicos.
Durante el funeral por el hermano Roger, celebrado el 23 de agosto, el nuevo responsable de la comunidad, el hermano Alois, hizo esta oración de perdón:
“Al Hermano Roger no le gustaba que se pronunciaran muchas palabras en las Iglesias, así que me gustaría concluir con una oración: Dios de bondad, confiamos a tu misericordia a Luminita Solcan quien, en un acto enfermizo, puso fin a la vida de nuestro hermano Roger. Unidos a Cristo en la cruz te decimos: Padre, perdónala, porque no sabe lo que ha hecho. Espíritu Santo, te pedimos por el pueblo de Rumanía y por los jóvenes rumanos tan queridos en Taizé.
Tú, el Cristo de compasión, nos concedes estar en comunión con los que nos precedieron y que pueden seguir junto a nosotros. Ponemos en tus manos a nuestro hermano Roger. Ya contempla lo invisible. Siguiendo sus pasos, nos preparas para acoger un resplandor de tu claridad”.
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9. Palestina: ISMAEL AL JATIB
El 5 de noviembre de 2005 Ahmed el Jatib, niño de 12 años, jugaba con un fusil de plástico en el campo de refugiados de Yenín, en la Cisjordania ocupada, cuando fue tiroteado por un soldado de Israel. El Ejército israelí difundió fotografías del juguete para demostrar lo real que parecía. Ingresado en Ramala, a las pocas horas fue trasladado con urgencia al Hospital Rambam de Haifa (Israel), donde el niño murió.
Su padre decidió inmediatamente donar sus órganos, sin importar la condición de árabe o hebreo del receptor, porque, como reconoció el padre, “así queremos enviar un mensaje de paz a la sociedad, al Ministerio de Defensa y al Parlamento israelí. De camino al hospital vi a muchos niños jugando. Mi hijo estaba entre la vida y la muerte, y pensé que, si ocurría lo peor, podríamos dar vida a otros niños y permitirles así que siguieran jugando”.
Es de esperar que seis israelíes le guardarán gratitud de por vida. El portavoz del hospital, Tzvi Ben-Yishai, explicaba ayer que los padres donaron los órganos para “acercar los corazones y acercar la paz”. Un bebé de seis meses y una mujer de 56 años compartirán el hígado de Ahmed, dividido en dos mitades tras su muerte. A una niña de 4 años y a un pequeño de 5 se les trasplantaron sus pulmones. El corazón de Ahmed late ya en el pecho de una menor de 12 años. Y otro de 5 tiene riñones casi nuevos.
El primer ministro, Ariel Sharon, telefoneó al padre del pequeño y le invitó a visitarle para darle el pésame. "Sharon me dijo que quería verme cara a cara para pedirme perdón personalmente", explicó Ismael Al Jatib, quien agregó que aceptará la invitación "si ello sirve a la paz y evita más muertes de niños". "Si voy le diré:¡para esta guerra por Dios, y deja a tus niños y a los nuestros vivir libres! ¡Para la guerra que ha matado a mi hijo"! recalcó Al Jatib.
En medio del inmenso odio y violencia que corroe a palestinos e israelíes, hay precedentes de muestras de solidaridad semejantes en ambos sentidos. Aunque no abundan. Corría el verano de 2003 cuando Kaher Aude, un chaval palestino de 11 años, pereció al caer del tejado de su casa en Nablus. La familia donó los órganos a un hospital israelí de la ciudad de Petah Tikva, lo que dio origen al primer “trasplante dominó” en el Estado hebreo. Una niña judía de 13 años, que padecía una fibrosis, recibió el corazón y los pulmones. Y el corazón de la pequeña pudo trasplantarse a su vez a otro crío. También se implantaron los ri-ñones del accidentado a otros dos menores. El padre de Kaher aseguró entonces: “Mientras los israelíes matan a niños palestinos, nosotros damos vida a jóvenes israelíes”.
Tamir Ashkenazi, portavoz del Centro Nacional de Trasplantes de Israel, afirmó en 2003 que el caso de Kaher fue el primero en el que un palestino hacía público ese acto de generosidad, y añadió que en varias ocasiones se habían trasplantado los órganos de víctimas israelíes de atentados suicidas a ciudadanos palestinos.
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10. Sudáfrica: ADRIAAN VLOK
En un acto de contrición por delitos cometidos durante el 'apartheid', el mes de agosto de 2006 el ex ministro de Ley y Orden durante aquel régimen, Adriaan Vlok, lavó los pies de Frank Chikane, pastor protestante a quien en mayo de 1989 intentaron asesinar envenenando sus ropas mientras viajaba fuera del país. Actualmente Chikane ocupa la dirección general de la Presidencia de Sudáfrica.
A comienzos de este mes, Vlok pidió una audiencia con Chikane e, inesperadamente, sacó dos toallas y una palangana, y comenzó a lavar los pies del funcionario presidencial. Poco después hizo lo mismo con las madres de 10 jóvenes negros que la policía secuestró, torturó y mató - algunos fueron quemados vivos - en 1986.
"Tenemos que liberarnos de los actos horribles del pasado", ha declarado Chikane. "Me llevó dos meses antes de aceptar su visita", agregó Chikane en sus declaraciones a una emisora de radio. Chikane se conmovió por el gesto de Vlok, como reveló cuando apareció con él en una iglesia de Soweto. “El hecho de que Vlok viniera a confesarse conmigo y de que esté hoy aquí entre nosotros es un milagro”, dijo Chikane a los feligreses. Después, Vlok, sentado en la primera fila de la iglesia con la esposa de Chikane, tomó la palabra e impresionó al público con la sinceridad de su discurso. “Me sentí tan agradecido”, dijo Vlok, recordando el encuentro con Chikane en Pretoria. “Lloré. Había lágrimas en sus ojos también. Le miré a los ojos y vi amor. Entonces, él rezó por mí”. Dirigiéndose a los que estaban reunidos en la iglesia - todas personas negras - como sus “hermanos y hermanas”, Vlok dijo: “Lamento lo que habéis tenido que sufrir. Estábamos librando una guerra aquí, en Soweto”. Vlok terminó volviéndose una vez más a Chikane. “Doy gracias a Dios por impedir que le matara”[54].
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11. Estados Unidos: COMUNIDAD AMISH[55]
El pasado 2 de octubre de 2006, en un pequeño pueblo amish del condado de Lancaster (Pennsylvania), Charles Roberts asesinó a cinco niñas e hirió de gravedad a otras cinco y después se suicidó. Uno de los cadáveres presentaba más de veinte balazos. Roberts planeó su ataque meticulosamente, haciendo un inventario de los suministros que necesitaría y después comprándolos gradualmente a lo largo de un período de seis días. En su inventario se leen los materiales que iba a necesitar: clavos, tornillos, llaves inglesas, balas, armas, cascos, planchas de madera, cuerda… Todo parece indicar que Roberts pensaba en torturar y violar a las niñas antes de matarlas, pero la llegada de la policía hizo que los acontecimientos se precipitasen. La reacción de la comunidad amish y de las personas del condado ha sido la de perdonar:
"No creo que haya alguien aquí que quiera hacer algo aparte de perdonar", dijo un residente del con-dado de Lancaster. "No necesitamos pensar en juicios; necesitamos pensar en el perdón y seguir adelante".
Muchas personas del lugar les comunicaron su perdón directamente a la esposa e hijos de Roberts.
Un pastor protestante local recordada cómo el abuelo de Marian Fisher, una de las niñas asesinadas, instaba a los parientes más jóvenes a no odiar a Roberts por matarla: Mientras estábamos junto al cadáver de esta niña de 13 años, el abuelo instruía a los jóvenes. Estaba diciendo a la familia: “no debemos desear el mal a este hombre”.
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12. Palestina: MUSULMANES DE TUBAS
El 12 de septiembre de 2006 el Papa Benedicto XVI pronunció una conferencia en Ratisbona (Alemania) en la que realizó comentarios sobre el Islam. Muchos musulmanes en diferentes puntos del planeta se sintieron ofendidos por algunas frases de este discurso y se produjeron protestas y disturbios, pero tan solo una minoría realizó actos violentos.
En Tubas (ciudad de unos 16.000 habitantes que pertenece a la Autoridad Nacional Palestina) un puñado de radicales y exaltados atacó la iglesia: un cóctel molotov impactó en la fachada causando daños de poca consideración.
La inmensa mayoría de la población de esta ciudad es musulmana (la comunidad cristiana está formada por tan solo un centenar de personas). Una importante parte de la comunidad musulmana de Tubas salió a la calle y se postró durante toda la noche junto a la iglesia cristiana para protegerla. En los días posteriores muchos colaboraron para reparar los daños sufridos y en menos de una semana no se notaba desperfecto alguno en la iglesia.
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13. Italia: CARLO CASTAGNA
Raffaella Castagna, de 30 años, su madre, Paola Galli, su hijo Yousef, de apenas dos años, y su vecina Valeria Cherubini, fueron degollados la noche del 11 de diciembre de 2006 en su casa de Erba (Como, Italia) a manos de los cónyuges Rosa Bazzi y Olindo Romano.
La prensa responsabilizó en un primer momento al marido de Raffaella Castagna, Azouz Marzouk, un tunecino con antecedentes penales por tráfico de drogas, pero tuvo que reconocer su error al conocerse que el marido se encontraba en Túnez en el momento del delito. Tras un mes de misterio, el matrimonio antes mencionado admitió su participación en el crimen.
El móvil de este delito feroz sería, según los fiscales, una disputa de años por causa del ruido. Rosa no podía soportar los llantos del pequeño Yousef, le causaban dolor de cabeza, no la dejaban dormir.
Tras confesarse autora del crimen, Rosa ha dado todos los detalles escalofriantes del suceso: el asesinato del niño, que ella misma habría levantado del sofá sujetándolo por el pelo, y habría degollado sin escrú-pulos, para callarlo para siempre; o el incendio en la casa, provocado para eliminar todas las pruebas.
En esta tragedia, se oye una voz que desentona: “Claro que perdono”, dice Carlo Castagna, marido, padre y abuelo de tres de las víctimas. Carlo se asombra del revuelo que han despertado sus palabras: “Incluso el Padre Nuestro nos dice de perdonar. Y yo no soy el único, conmigo perdona también mi suegra Lidia, mi tercera madre (la primera murió durante los bombardeos, mi padre se casó nuevamente y su segunda mujer murió en 1984).”
Sus palabras son fuertes, más fuertes que las que hablan de odio y de venganza. Incluso el sacerdote Don Gino Rigoldi ha declarado que a ningún cristiano se le pide tanto y que sólo un santo puede perdonar de verdad, a lo que Carlo responde: “¡Pero que santo o santo! No me hagan enfadar. Sólo he pedido al Señor la fuerza para llevar también yo la cruz. He tenido la suerte de encontrar en mi vida sacerdotes y cristianos que han sido ejemplos de vida y de fe. Sus palabras, sus experiencias no están vacías de significado para mí y, en el momento de extrema necesidad, he sentido que las enseñanzas recibidas no han sido inútiles y me han sido de ayuda en el momento de la tragedia.”
Este testimonio de fe acompaña sus palabras de profundo amor por su mujer Paola Galli: “He tenido la suerte de vivir durante 37 años al lado de una mujer maravillosa”.
Lo mismo dice de su hija Raffaella: “Era rica de talentos y nació para hacer el bien a los otros. Era una persona buena, incapaz de hacer daño, pero a la vez tampoco se dejaba pisar. En todo caso, nunca buscaba pelea, como los vecinos dicen de ella. Y sus opciones laborales así lo demuestran”. Palabras de amor también para los otros dos hijos: “Son buenos muchachos, llenos de dulzura, han querido siempre bien a su hermana Raffaella y a mi nietecito, el pequeño Youssef”.
Los dos hijos, Pietro y Giuseppe Castagna, tienen más dificultad para hablar de perdón, pero se expresan en sintonía con el padre: “El odio no lleva a ninguna parte”, ha dicho Pietro. “Preferimos hacer parte de la familia de las víctimas, porque la de los asesinos está todavía peor que nosotros”, añade Giuseppe; “esos dos se han matado ante todo a sí mismos. Vivirán con el remordimiento y dejan a sus familias en la vergüenza”.
¿Dónde se aprende a hablar así? “Estas expresiones vienen seguramente de los diálogos que tenía con Paola. Mi mujer y yo hablábamos mucho y los muchachos a menudo estaban también presentes. Cuando, por ejemplo, oíamos noticias de alguna matanza, ambos teníamos la misma idea: piedad por los asesinos y sus familias. Cierto: hay quien sufre inmensamente porque sus personas queridas han perdido la vida. Pero no podíamos menos que pensar también en lo doloroso y angustioso que debe ser pertenecer a la familia de quien mata”.
Carlo Castagna es un hombre culto y de vida holgada, pero demuestra una sencillez desarmante cuando declara la fuerza de su fe ante quien se permite juzgar sus palabras, casi reteniéndolas ofensivas en una sociedad “donde aprovecharse de los otros parece un deber”. Pero él no ha cambiado su actitud: “Sé que muchos no logran entender. Pero creo que en la vida hay lugar para la alegría y para el dolor. Yo ahora sé que nadie podrá hacer más daño a Paola, Raffaella y Youssef porque están bajo la protección celeste. Y esto, aún sintiendo un inmenso dolor porque no están ya conmigo, es una alegría, un consuelo”.
Por contra, el marido de Raffael-la y primer acusado de la matanza, Azouz Marzouk, dice no compartir las palabras de su suegro: “Ni den-tro de veinte años perdonaré, yo no perdonaré nunca. No comparto el perdón de mi suegro. Me gustaría saber por qué ha dicho esas palabras, quizá porque no ha visto los cuerpos y cómo han sido asesinados. Es algo indescriptible”.
De paso, Azouz exige las disculpas de los políticos, vecinos... que le acusaron como culpable y que, una vez reconocida su inocencia, han callado.
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14. Chad: FRANÇOIS
En una discusión un día de mercado el hermano de François es asesinado. Todo el clan se pone en movimiento, hay que vengar su muerte con la muerte del asesino y la destrucción de su poblado. Los hombres se presentan delante de la casa de François armados de lanzas y cuchillos y esperan de él que, según la tradición, lance el grito de muerte y empiece la venganza.
François permanece dentro de su cabaña. Es cristiano, piensa en las palabras de Jesús: “Amad a vuestros enemigos”. La gente fuera grita.
Él sale y pide silencio:
“Hermanos, yo soy de vuestro clan, conozco nuestra costumbre y las tradiciones de nuestros mayores. Pero sabéis que soy cristiano, he aceptado seguir otra Palabra, más fuerte y más importante que la palabra de nuestros ancianos. Ellos me piden guiar la venganza contra el pueblo del asesino de mi hermano, pero la Palabra de Jesús me pide perdonar. Así pues, os digo que dejéis vuestras armas, volved a vuestras casas, no haya venganza sino perdón”.
Los ancianos criticaron la actitud de François, temían que la venganza de los muertos se volviese contra el clan. François continuaba repitién-doles:
“Hay una nueva ley, la del amor”.
A los pocos meses un grupo de jóvenes se presentó a François y pidieron que les instruyera en la Palabra de Jesús. Así ahora está naciendo una comunidad cristiana.
* * *
15. Japón: EL ANCIANO ANÓNIMO
Este suceso nos lo narra Terry Dobson y la acción transcurre en un tren de Japón.
"En una pequeña y dormida estación se abrieron las puertas y la modorra de la tarde fue alterada por un hombre que gritaba a voz en cuello. Era corpulento, un obrero japonés bebido y extremadamente sucio. Chillando de manera ininteligible, lanzó un manotazo a la primera persona que vio, que era una mujer que llevaba un bebé en brazos. Los pasajeros estaban paralizados de miedo. Me puse en pie. Por entonces yo era joven y estaba en muy buena forma, con mi 1,83 de estatura, mis 100 kilos y mi tercer año de 8 horas diarias de práctica de aikido. Vivía para practicarlo. Me gustaban especialmente los ejercicios más duros. Yo pensaba que era fuerte. 'Este patán, este animal, pensé, es un borracho, un miserable, un violento. Es una amenaza para el orden público, y va a hacer daño a alguien si no me encargo de él. La necesidad es real. Mi semáforo ético está en verde'.
Él se dispuso a lanzarse al ataque. Jamás sabría qué lo habría golpeado. Una fracción de segundo antes de que se lanzara contra mí, otra persona gritó:
“¡Eh!”
Fue un grito alto y agudo, como para romper los tímpanos, pero recuerdo que había en él algo de alegría, de agradable armonía. Los dos nos quedamos mirando a un anciano menudo. Tendría unos setenta y tantos años el diminuto caballero, que a mí no me miró siquiera, sino que sonrió alegremente al obrero, como si tuviera un secreto importantísimo y agradable que comunicarle.
“Ven aquí”, le dijo al borracho en lenguaje vulgar invitándolo con un gesto. “Ven a charlar conmigo”.
Agitó levemente la mano y el hombretón lo siguió como tirado por una cuerda. El borracho parecía confundido pero no había abandonado su actitud beligerante. Se plantó ante el anciano y se inclinó amenazadoramente sobre él.
“¿Qué coño quieres, viejo puerco?”, rugió acallando el traqueteo del tren.
En ese momento el borracho me daba la espalda. Le observé los codos: tenía los brazos medio doblados como dispuesto a lanzar un puñetazo. Si los movía un milímetro, yo lo tumbaría en el acto. El anciano continuaba sonriéndole. No había en su rostro ni el más leve asomo de temor o de resentimiento.
“¿Qué has estado bebiendo?”, le preguntó en tono simpático, con los ojos brillantes de interés.
“Estuve bebiendo sake, que el diablo te lleve tus sucios ojos”, exclamó el obrero en voz alta. “¿Y a ti qué mierda te importa?”
“Ah, pero qué fantástico”, exclamó encantado el anciano; “¡absolutamente maravilloso! Verás, es que a mí me encanta el sake. Todas las noches, junto con mi mujer, que tiene setenta y seis, ¿sabes?, nos calentamos una botella de sake, la llevamos al jardín...”.
Sigue el anciano hablando sobre el atardecer, el campo, la familia... El borracho se va relajando, incluso empieza a llorar. Terry Dobson termina su relato:
“En ese momento el tren llegaba a la estación donde tenía que bajarme. Antes de salir, volví la cabeza para dar una última mirada. El obrero estaba echado como un saco en el asiento con la cabeza apoyada en las rodillas del anciano, que lo miraba tiernamente, con una expresión en los ojos que era una mezcla de alegría y compasión, y con una mano le acariciaba lentamente la sucia y enmarañada cabeza.
Cuando el tren se alejó de la estación, me quedé sentado en un banco y traté de revivir la experiencia. Vi que lo que yo había estado dispuesto a realizar a fuerza de huesos y músculos, se había efectuado con una sonrisa y unas cuantas palabras amables".
(http://www.javerianos.org)
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