VOLUNTARIADO ES SOLIDARIDAD
No es algo que haya que explicar: el mundo anda mal. Existen guerras, hambrunas, injusticias, terrorismo sin fronteras...
Pero no vale conformarse, tampoco desentenderse. Si el planeta Tierra, si el mundo que habitamos anda mal, es porque estamos dejándolo andar mal. Como en una casa de familia: si no nos hablamos, si no nos entendemos, si no encontramos ocasiones para compartir la vida... es que estamos dejando de hacer una cosa muy importante: aportar todos nuestro “granito de arena”, dar lo mejor que tenemos... para hacer que todo marche bien. Así, todos estamos llamados a comprometernos en la tarea de hacer un MUNDO MEJOR.
Y la utopía no es otra cosa que el que, decididamente, nos pongamos a VIVIR COMO HERMANOS; haciendo siempre y constantemente todo lo que podamos porque toda la gente, porque los demás sean felices. Y eso se llama: trabajar por la paz, buscar soluciones al hambre hasta que no haya ni un ser humano sin alimentos, luchar porque nadie explote a nadie y todos actuemos justamente, haciendo realidad unas relaciones internacionales armónicas, etc., etc.
Si nos paramos a ver, a analizar un poco la realidad mundial, con sus fotos, con sus cifras... es fácil que sintamos que nos hace una clara llamada a nuestra responsabilidad: a todas y a todos nos corresponde hacer realidad, cada día, en cada ambiente, esa UTOPÍA. Que, porque creemos en ella podemos anunciarla gozosamente como UN MUNDO MEJOR que nos llega, que nos hace estar alegres y llenos de esperanza los días de nuestra vida. Pero que también nos empuja a colaborar con nuestros esfuerzos personales (y económicos) con toda la tan solidaria tarea de promoción y desarrollo integral que llevan a cabo tantas personas concienciadas y comprometidas a todo lo largo y ancho de la geografía universal.
SER SOLIDARIOS no es pensar que habría que hacer algo ante la desgracia ajena, no es echar unas lagrimitas o quedarnos tranquilos con haber firmado un papel solicitando el perdón de la Deuda Externa...
COMPROMISO de solidaridad
La solidaridad real consiste, precisamente, en saber acercarnos con gran sensibilidad, a la desgracia ajena para remediarla.
Para quienes queremos creer que UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ser solidarias, ser solidarios, es UN COMPROMISO que refrenda lo que decimos, que hace creíble la nuestra utopía. Demostrémoslo viviéndola.
VIVIR LA SOLIDARIDAD
EN UNA SOCIEDAD INSOLIDARIA
En una sociedad como la nuestra, en la que todo está marcado por la competitividad y la búsqueda del triunfo personal...¿qué sentido tiene un voluntariado social?
Bueno, pues precisamente por ser como es esta sociedad nuestra, es por lo que, sobre todo, necesitamos un voluntariado que sea capaz de conectar con las energías de transformación contenidas en la sociedad civil.
No sirve un voluntariado caracterizado por eso que algunos han denominado un “altruismo indoloro”, propio de las sociedades posmoralistas, capaces de animar estrategias de solidaridad desde la afirmación individual y basado en la propia satisfacción personal.
Necesitamos una acción voluntaria inscrita en el marco más amplio de un compromiso transformador, caracterizado por saberse responsable ante los sujetos frágiles y portador de derechos y deberes, no sólo para sí mismo, sino para aquellos que no los tienen reconocidos.
Así pues, la pregunta ¿para qué un voluntariado en una sociedad como la nuestra? tiene unas respuestas muy concretas:
1.- Para reforzar el fundamento cultural de la democracia.
En situaciones de normalidad democrática tendemos a dar por supuestas las bases de que la sociedad civil es importante y está abierta a la participación de todas las personas; considerando que todas son capaces de mejorar las estructuras económicas, sociales y políticas.
Que las estructuras se mantengan o se modifiquen depende del análisis que las ciudadanas y los ciudadanos hagan de la situación, de cómo la valoren, qué alternativas vean, qué consecuencias prevean a las diferentes acciones, qué decisiones tomen, qué recursos movilicen para apoyar sus decisiones, etc.
Las organizaciones (asociaciones de sujetos individuales) son las que van a ir desarrollando el compromiso que las personas mantengan con ellas.
La socialdemocracia se ha visto sorprendida por la especifica lógica sistémica del poder estatal, para imponer, en términos de Estado, la universalización de los derechos y obligaciones ciudadanos.
El espejismo de las sociedades del bienestar, han acabado por generar en las sociedades desarrolladas, una retirada de la participación de la ciudadanía en muchos ámbitos de la vida social, cuyo funcionamiento no sólo no ha ido fortaleciendo los compromisos personales hacia los demás, sino que los ha ido reduciendo más y más.
La solidaridad o se ha profesionalizado... o, ya no hay motivos para las organizaciones de voluntariado social...
No se trata de cuestionar las instituciones oficiales del bienestar, pues son la garantía de unos derechos; por supuesto son algo fundamental que hay que esperar que se fortalezcan por el Estado.
Y es verdad que las organizaciones sociales de solidaridad no deben convertirse en los pilares del bienestar social, ya que podrían reproducir, con la mejor voluntad, estructuras benéficas dependientes de la caridad o buena voluntad de algunas personas, librando al Estado de su obligaciones respecto a la dimensión social de sus actuaciones. Pero es que hay (y siempre habrá) muchos ámbitos de actuación en los que el Estado no puede intervenir... y acaso hasta es bueno que no lo haga.
2.- Para combatir la ruptura de la ciudad.
La ciudad es el espacio privilegiado para la civilidad, la sociabilidad, la comunicación, el encuentro, la participación, etc.
La ciudad postmoderna es una enorme superficie pulimentada en la que se puede patinar hasta el infinito... pero ha quedado reducida a un espacio sin referencias, un espacio que ya no es necesario para la vida. Un espacio para ser atravesado a la mayor velocidad posible con el fin de llegar cuanto antes a los nuevos lugares privados en los que desarrollar virtualmente la dimensión relacional: casi se ha convertido en una extraña “Babel” en la que todo el mundo consigue conectar con la red informática pero ya no logra hablar ni con sus compañeros, ni con el vecino de enfrente...
Pero la pérdida de la ciudad real en beneficio de la ciudad virtual arrastra consigo la pérdida de la política real.
No hay política sin ciudad. No hay realidad de la historia sin la historia de la ciudad. La ciudad es la mayor forma política de la historia.
La ciudad es el lugar de la proximidad entre los hombres y las mujeres, es el espacio geográfico de la organización del contacto.
La ciudadanía es la organización de los espacios y las relaciones entre las personas, y entre los grupos y asociaciones de personas.
Con la pérdida de la ciudad real viene la pérdida de la vida social. Y con ello, la pérdida de la comunicación real. Disminuye el interés por los lugares y por la gente.
La respuesta, ha de ser reencontrar la ciudad como espacio privilegiado para la relación social, reorganizar el lugar de la vida en común.
3.- Para descubrirnos responsables.
Nos hace falta reconocer que la relación con la otra, con el otro, no depende de una elección personal; tenemos una gran deuda con la otras personas... Una deuda que hemos contraído aun antes de reconocer su existencia.
Porque existe una trama de vinculaciones entre los seres humanos derivada de nuestra naturaleza fraterna que nos compromete con unas obligaciones cuya ignorancia no exime de su cumplimiento. Una responsabilidad que es nuestra, de la que no podemos renunciar.
Somos responsables también de lo que no hemos hecho.
A partir de las concepciones de justicia hoy dominantes (la conservadora, según la cual hacer justicia es garantizar lo propio; la progresista, que defiende el derecho de todos a tener unos mínimos para vivir), ni siquiera es posible defender que el 0,7 % sea un asunto de justicia, pues en ninguna de ellas nos consideramos responsables de la miseria del Sur.
Sólo si somos capaces de reconocernos deudores de los otros seres humanos, sólo si aceptamos que existe otras personas que llevan una contabilidad que no coincide con la nuestra..., podemos abrirnos incondicionalmente a la exigencia de prestarle nuestra ayuda.
4.- Para redescubrir al prójimo en el próximo.
El hecho de que las distancias ya no es lo que era...: estar cerca o lejos ya es otra cosa (se puede estar presente virtualmente, a través de la televisión o de Internet).
Pero el prójimo próximo sigue existiendo.
Hay un relato sobre la solidaridad muy conocido en nuestra cultura, que comienza: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó...”. Es la historia del Buen Samaritano, narrada en el evangelio de Lucas. Una historia sencilla. La parábola del Buen Samaritano nos ofrece las claves más propias y especificas del voluntariado social. Son las siguientes:
- La práctica de la solidaridad no es una actividad extraordinaria, al margen de la vida cotidiana, sino algo que puede suceder en el transcurso de esta vida cotidiana, mientras paseamos por la ciudad, mientras nos dirigimos al trabajo, mientras disfrutamos del ocio.
- El desarrollo de nuestra capacidad de mirar hacia los márgenes del camino, allá donde quedan tendidas las victimas de nuestro modo de vida, sin dejarnos deslumbrar por las luces de neón de las grandes avenidas, de los escaparates llenos de productos de consumo, reflejo de todos los éxitos de nuestra sociedad.
- La exigencia de detenernos, de romper con la normalidad de nuestra vida, de dejarnos afectar por las victimas hasta el punto de dejar en suspenso lo que nos preponíamos hacer.
- Y una exigencia que no es opinable, sino absoluta: nada puede justificar el pasar de largo.
En definitiva, el ejemplo del samaritano (y el antiejemplo de quienes pasan de largo, ocupados en sus quehaceres) nos enseña que el voluntariado es toda aquella práctica de solidaridad integrada incondicionalmente en nuestra vida.
Es una solidaridad inmediata, que nos permite rasgar el velo de invisibilidad que acompaña a las grandes cifras para mirar cara a cara a la demanda de nuestra ayuda.
Sin contradicciones, sin caer en esa disculpa hipócrita del “¿para qué el 0,7 % para el Tercer Mundo con toda la pobreza que tenemos aquí? (pues quien no es solidario con los de “allá”, seguro que tampoco lo es con los de “aquí”).
La aportación más específica del voluntariado social tiene que ver con ese descubrimiento de la urgencia de nuestra intervención voluntaria, una intervención cuya responsabilidad no podemos transferir, pues si no nos detenemos y prestamos ayuda, dejamos atrás a la victima concreta que nos la demanda y, junto con ella, dejamos atrás nuestra propia humanidad.
5.- Para hacer las paces con nuestra condición humana, que es local y global a un mismo tiempo.
Cuando se discute sobre patriotismo y cosmopolitismo hay una poderosa tendencia a confundir el principio y el final, el punto de partida y el punto de llegada.
A lo mejor, mucha gente lo piensa así, no hay otra manera de ser cosmopolitas que empezar por ser patriotas, aunque se sea patriotas de región, de ciudad o de barrio.
Nadie puede plantearse vivir en sociedad si antes no ha encontrado “su identidad”. En un mundo globalizado parece que la vida tiene que ser como un estar siempre “fuera de casa”... Viviendo como extranjeros de vacaciones por el mundo...
Extranjeros de vacaciones en el mundo...
No es eso vida auténtica, rehusando el vincularse con quienes están más cerca. La solidaridad con aquellos otros que, por cercanos, conforman un nosotros del que no podemos evadirnos.
La sensación de cercanía con los lejanos puede acabar no siendo otra cosa que irresponsabilidad.
Es bonito, hasta está bien declararse “ciudadanos del Mundo”. Pero para ser ciudadanos del mundo, no debemos renunciar a nuestras identificaciones locales.
Sin dejar de ser lo que somos, estaría bien ir siendo capaces de romper con las perspectivas nacionales para hacer sitio a una nueva perspectiva en defensa de los derechos humanos para todos los seres humanos. Ir optando por nuevas formas de reconocimiento que no dependan de la nacionalidad sino de la humana solidaridad.
Es este un viejo sueño: el sueño del reconocimiento incondicionado, de la común e igual dignidad de todas las personas, de la fraternidad universal, de la solidaridad innegociable.
El sueño de UN MUNDO MEJOR en el que ningún ser humano pueda ser privado de sus derechos como persona y que este reconocimiento incondicional de sus derechos fundamentales no pueda hacerse depender de su consideración como nacional o como extranjero.
Los habitantes del siglo XXI somos herederos de un lenguaje universal: hablamos de dignidad y de igualdad de derechos humanos.
Pero estos derechos ¿son para todos los seres humanos?.
Unirnos para hacer
EL MUNDO MEJOR QUE ES POSIBLE
MIREMOS LA REALIDAD:
1) VEMOS: un mundo lleno de guerras, atentados y catástrofes... causadas por la mano del hombre.
2) PENSEMOS: ¿Por qué suceden estas cosas...?
3) ES HORA DE ACTUAR:
No podemos quedarnos manos cruzadas. Mejor organicémonos.
Hay mucha gente que quiere que las cosas cambien, dispuesta a comprometerse libre y voluntariamente, gratuita y gozosamente por causas justas.
Somos muchas y muchos a quienes no nos gusta la realidad de este Mundo en que vivimos...
Y por eso soñamos, y por eso queremos UN MUNDO MEJOR.
Y, desde aquí pensamos que es bueno (que es muy bueno) que sepamos y nos atrevamos a contarlo.
Que la palabra es la primera de las armas que tenemos los humanos:
La palabra que hiere y que cura, la palabra corrige y alienta, la palabra desata... y amarra.
Nosotros, aquí decimos: ¿Por qué no utilizarla?
La palabra es sólo nuestra hasta que nace...: Siendo creación nuestra no nos pertenece... Pues no es para guardarla; que es para decirla, es para regalarla. La palabra es gratuita y es muy valiosa.
El voluntariado es como la materialización del grito rebelde de esa parte de la sociedad que no está contenta con lo que hay. Es el aterrizaje de los sueños proyectados sobre el mapa real de las cosas... Es la búsqueda cabal de lo mejor de la existencia... en este planeta azul que llamamos Tierra.
¿Queremos un Mundo Mejor?
Pues en nuestras manos está:
Se trata de unir voluntades de personas de buena voluntad que no sólo piensan o sueñan en que las cosas cambien, sino que lo hacen realidad, con compromisos concretos y reales.
Desde aquí, hoy, hacemos una llamada a toda la gente que busca y desea hacer cosas interesantes... para que el mundo sea cada día mejor...
Lo fundamental (de verdad lo creemos) es que todas y todos quienes no renunciamos a CREER Y ESPERAR que el mundo puede ser diferente y MEJOR, y que en su propia realidad está dispuesta o dispuesto, para hacerlo posible, a:
ACTUAR: a “comprometernos”, a mancharnos las manos si es preciso... para CONSTRUIR LAS BASES NECESARIAS PARA QUE TODO FUTURO SEA VERDADERAMENTE MEJOR.
El ser humano es un ente político – social. Todas y todos tenemos VOCACIÓN de crear, de transformar, de HACER HISTORIA.
Hacer Historia es, fundamentalmente:
- transformar la realidad social.
- Hacer realidad lo que es posible,
- En búsqueda del bienestar (estado del bienestar...)
Y la responsabilidad, la marcha de la nuestra historia... está fundamentalmente en manos de tres “gestores” (podríamos decir “potenciales poderes”): El Estado (la clase política), el mercado (las empresas, iniciativas del capital privado) y la ciudadanía (la voluntad cívica). Lo que se define como VOLUNTARIADO.
Los políticos están organizados. El mercado está organizado (¡vaya si está organizado!!!), Y la ciudadanía... ¡ha de estar organizada!. Es necesario que esté organizada... Sino, el mundo será lo que quieran, decidan y ordenen los poderes políticos y económicos...
Hay múltiples cuestiones que han de ser cambiadas, que necesitan ser transformadas... a nivel de nuestras ciudades, a nivel de nuestro país, a nivel mundial...
Realidades que ¿quién puede transformar? ¿quién debe transformar? ¿Todo es función del Estado, de los Estados?
Nuestra profunda vocación de “hacer la historia” necesita de nuestras voluntades; pero estas voluntades han de ser organizadas, reunidas, aunadas... para poder hacer un trabajo eficaz en ese reto cotidiano y permanente de mejorar lo mejorable. Se trata de “vivir lo político” desde el día a día, sin afiliación pero sí con entrega; hasta hacer realidad todo eso que es posible.
El voluntariado esta muy bien, pero aunque a ti no te parezca que es solidaridad atender a tu vecino del piso de abajo y si el ayudar al tercer mundo, no estoy de acuerdo contigo.
ResponderEliminarPor desgracia en este Pais antes llamado España, tenemos mucho que atender, muchas familias, muchas personas lo están pasando muy mal y es nuestra obligación atenderles antes que a los de fuera, que también necesitan ayuda no cabe duda.
A mi me enseñaron la que "La caridad bien entendida empieza con uno mismo"
Los Católicos damos 0,7% de nuestros impuestos a la Iglesia Católica, en nuestra declaración de Hacienda y con ello como confiamos con la distribucion de Mi Iglesia, me quedo contento con mi aportación, en segundo lugar coopero en las campañas de la Iglesia con el Domund, con la pobreza y con lo que me manda y en tercer lugar, ayudo en lo que puedo con los que tengo a mi alrededor que son muchos.
¿Que mas me puedes pedir amiga?
Mi dos hijos apadrina en el colegio a un niño de Monzambique
Un abrazo de verdad de todo corazon.
Claro que sí es solidaridad, todo gesto de amor caritativo es solidaridad. Pero no necesariamente VOLUNTARIADO, que ha de ser, pienso y una acción organizada colectivamente.
ResponderEliminarUn cordial saludo, amigo Vicente.
Muchas gracias J María por esa voluntad férrea y constancia.
ResponderEliminarEs muy importante que nos veamos en el horizonte de nuestra vida, haciendo servicio, a nosotros 1° y a los demas