Hemos recibido estas dos brevísimas cartas que hablan por sí solas. También
un artículo del teólogo y periodista J.J. Tamayo.
Merecen la pena: explican más teología y más política que muchos tratados y
mucha doctrina. A partir de ellas podemos conversar y trabajar, en nuestro
entorno y grupos, muchas cosas que tienen que ver con el Evangelio, la Buena
Noticia, Dios, Jesús, la Encarnación y lo que debemos anunciar y denunciar como
creyentes (seamos laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, hombres o mujeres,
viejos o jóvenes). Sepamos buscar en ellas qué nos dice Dios sobre los tiempos
que corren, cuáles deben ser nuestras actitudes y nuestras prioridades.
Aquí está mi nómina
Es sobre los recortes en la asistencia sanitaria a los
inmigrantes:
Mi mujer y yo tenemos contrato fijo. Nos da por los
pelos para pagar la hipoteca, las facturas, la comida, la educación de tres
hijos... Y, con todo, quiero pedir muy en serio que me suban los impuestos.
Sr. Rajoy, Sr. Montoro, Sra. Mato, Sr. Wert: si no hay
dinero para atender a los inmigrantes en los hospitales, para pagar los
medicamentos de los pensionistas, para las sillas de ruedas de las personas con
diversidad funcional, quiero pagarlo yo. Como hasta ahora. No quiero vivir en
una sociedad que penaliza la desgracia, nos iba bien siendo solidarios. ¿Falta
dinero? Si es así, no quiero que se lo quiten a mis padres, jubilados, ni que
recorten en educación. Ahí está mi nómina.
Puede no parecerles bien. En este caso les ruego, les
exijo, que eliminen de su ideario la mención al “humanismo cristiano”. Vayan de
frente, digan lo que son.
Jesús de Nazaret propuso un check-list muy
sencillito: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, acoger al
extranjero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al preso... (Mt. 25,
31-46). Lamento horrores decir que llevan un cero en el test.— Carlos
Prieto Dávila (El País, 29-abril-2012)
Espero no estar nunca en su pellejo
Trabajo atendiendo a personas con infección por el VIH
en un hospital público.
De los 1.000 pacientes bajo mi cuidado, unos 150 son
inmigrantes. Ni uno solo ha hecho turismo sanitario, y la mayoría no sabían que
estaban infectados cuando dejaron su país en busca de un trabajo con el que
ganarse la vida, o se han infectado estando en nuestro país.
Muchos de ellos perderán la tarjeta sanitaria y su
tratamiento antirretroviral en agosto si se cumple lo anunciado por la señora
ministra. Serán los elegidos para morir por el bien de los españoles.
Ahorraremos algo de dinero de nuestras maltrechas
cuentas dejándoles morir, pero no nos importará porque son ilegales. No lo
merecen. No existen. Pero yo conozco sus nombres y sus caras y cuando me
despida de ellos en la consulta sabré que soy parte de la hipocresía de una
sociedad donde el derecho a la vida es solo para algunos. ¿Qué sentirá un
político tomando decisiones que suponen la muerte de personas en aras de un
bien supuestamente superior, como es la reducción del déficit? Espero no estar
nunca en su pellejo.— Federico Pulido Ortega. (El País, 4 de
mayo-2012)
Indignado con el poder económico
El movimiento de los Indignados no es ajeno al
cristianismo, sino que se encuentra en su misma entraña y constituye uno de los
rasgos más importantes de la figura de su fundador, Jesús de Nazaret. En
el artículo anterior hablé de la indignación de Jesús con el poder político.
Hoy me centraré en el poder económico, ya que es en
ese terreno en el que el conflicto del Nazareno se torna más radical y sin
concesiones, al considerar que la riqueza genera la pobreza, que es el
verdadero rival de Dios, y que los ricos, con su estilo de vida arrogante,
demuestran una gran insensibilidad hacia los pobres. Por eso Jesús establece la
total incompatibilidad entre Dios y la acumulación de bienes. Veamos cómo manifiesta
su resistencia e indignación a los poderes económicos.
Jesús vive un estilo de vida pobre, desprendida,
itinerante, no atada a las riquezas. Las tradiciones evangélicas lo presentan
como una persona desinstalada:
a) No tiene residencia fija, carece de hogar estable y
a sus más cercanos seguidores les pide abandonen casas y haciendas para
seguirle y compartir su estilo de vida.
b) No está apegado a la familia. Lleva a cabo un
cambio en la concepción del parentesco: este no se basa en los lazos de la
sangre, sino en la escucha y la práctica de la palabra de Dios y en la opción
por los excluidos.
c) Vive sin posesiones; no lleva dinero en el
bolsillo; por eso puede desafiar al poder económico y echarle en cara su proceder
injusto.
d) Renuncia a la seguridad personal. Vive sin
protección y se siente indefenso ante las permanentes agresiones de que es
objeto. La falta de protección desemboca en detención, condena y ejecución.
En dos de sus estudios más rigurosos y originales: Jesús.
Vida de un campesino judío (Crítica, Barcelona, 1994) y Jesús:
biografía revolucionaria(Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1996), el
investigador norteamericano John Dominic Crossan presenta a Jesús
como un campesino judío, que vive al estilo de los filósofos
cínicos griegos y que anuncia un programa económicamente revolucionario fundado
en tres principios: el igualitarismo religioso y económico antijerárquico, la
comensalía como banquete de los pobres y la sanación gratuita. John P.
Meier, otro de los más prestigiosos especialistas en el Jesús histórico, lo
define, creo que certeramente, como “un judío marginal”, aludiendo a su
ubicación en los márgenes de la sociedad, lo que implica un desafío permanente
al modelo económico dominante (Un judío marginal, 5 volúmenes, EVD,
Estella, 1998 ss.)
Jesús muestra su resistencia al poder económico
denunciando la riqueza. Ésta dificulta de forma extrema a los ricos la entrada
en el reino de los cielos, es decir, la salvación: “Os aseguro que con
dificultad entrará un rico en el reino de Dios. Lo repito: más fácil es que
entre un camello por el ojo de una aguja que no entre un rico en el reino de
Dios ” (Mt 19, 23; Mc 10, 23; Lc 18, 24). Las personas “ricas”, recuerdan los
exegetas neotestamentarios Malina y Rohrbaugh comentando este texto, eran
consideradas ladrones o herederos de ladrones.
¿Por la indignación de Jesús ante el poder económico?
En primer lugar, porque los ricos sustituyen a Dios
por la acumulación de bienes. Y donde hay apego a la riqueza y confianza en los
bienes materiales, no cabe la afirmación de Dios, ni la confianza en él. El
dinero es incompatible con el espíritu evangélico de pobreza. La codicia es
incompatible con Dios: “Nadie puede servir a dos señores; porque odiará a uno y
querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a
Dios y al dinero” (Lc 16, 13; Mt 6, 24). Dios personifica los valores del
reino: paz, vida, alegría, servicio, etc. El Dinero personifica los
contravalores del reino: egoísmo, muerte, insolidaridad, etc. La codicia, que
lleva a acumular riquezas, no garantiza la vida. La idolatría en el judaísmo
consistía en adorar al becerro de oro; en el cristianismo, en adorar el
oro del becerro.
En segundo lugar, porque la riqueza, toda riqueza, es
injusta (Lucas habla de “dinero injusto”, 16,9.11), es un medio de
dominación y opresión que genera pobreza. El apego a la riqueza es tan fuerte,
engancha tanto, que los ricos no atienden a razones ni divinas ni humanas, como
pone de manifiesto la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón (Lc 16,
19-31).
Jesús asume el empobrecimiento no por ascesis, ni por
espíritu de sacrificio, ni porque sienta desprecio hacia los bienes materiales,
sino en solidaridad con los pobres y como condición necesaria para su defensa
eficaz. Y lo asume consciente, libre y activamente. Jesús no es un puritano que
adopte la pobreza por sí misma y la canonice como si se tratara de una virtud a
practicar. Tampoco es un romántico que ame la pobreza y el desprendimiento. No
adopta una actitud conformista ante la existencia de la pobreza y de los
pobres, cual si se tratara de un fenómeno natura, de un hecho fatal o de algo
querido por Dios, sino que protesta contra ella y la denuncia por ser injusta.
La opción por los pobres no es un simple
entretenimiento o una corazonada de Jesús, sino su práctica
fundamental. Él se encuentra siempre cerca de las personas y de los grupos
maginados social y religiosamente, y se pone de su lado: publicanos, pecadores,
prostitutas, pobres, enfermos, posesos, paganos, samaritanos, mendigos, etc.
Pues bien, al ponerse de su lado no se limita a declararlos hijos de Dios, sino
que está cuestionando de raíz las causas materiales y religiosas que daban
lugar a la marginación y lucha por su erradicación.
Juan José Tamayo (Revista ESCUELA, 26 de abril de 2012)
Nadie dijo que la vida era justa...pero lo más indignante es la indiferencia.
ResponderEliminarPara mi el sufrimiento de los demás no me es ni me será indiferente jamás.
mar
Hola, he conocido su blog a traves de Directory International Blog, me ha gustado mucho asi que me hago seguidora suya, y le invito a conocer mi blog y encantada si se hace seguidora. Besitos. Buen fin de semana.
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