El penúltimo domingo de octubre, la Iglesia católica celebra el DOMUND, o
“Domingo Mundial de las Misiones”. Ese día, los católicos tenemos la
oportunidad de dedicar nuestra jornada para orar y apoyar a quienes se
dedican a misionar.
Además de motivar a la oración, en el DOMUND todas las parroquias realizan
una colecta de fondos para apoyar las obras de misión en los cinco continentes.
Todas estas aportaciones son enviadas al Fondo Universal de Solidaridad de
las Obras Misionales Pontificias, organismo al que el
Papa ha encomendado la atención y promoción de las misiones en el mundo.
¿Qué es el DOMUND y por qué es importante para la Iglesia
católica?
La misión de la
Iglesia le da continuidad al amor mismo de nuestro Dios encarnado.
Cada año, en el
DOMUND, renovamos la llamada inicial de Cristo y así se despierta de nuevo
nuestra conciencia misionera universal.
En el DOMUND todos los
bautizados (niños, jóvenes, familias, es decir, todos), nos descubrimos como
Iglesia en misión, que siente e interviene en la misión que otros, los
misioneros, realizan directamente en las misiones.
Se puede decir que el
DOMUND ensancha nuestro corazón misionero y lo hace universal: nos hace abrir
nuestros ojos creyentes, nuestro corazón que ve, hacia el ancho mundo de la
misión.
Seguramente, a estas alturas, no hay que insistir mucho en cómo situarse ante
esta Jornada Misionera. De todos es sabido que nuestra vida en Cristo se forja
con hondura en la oración, pues ésta nos pone en sintonía con el corazón mismo
de Cristo. Se puede decir que la comunión misionera entre nosotros se cultiva
especialmente en la oración que hacemos por la labor evangelizadora de las
misioneras y los misioneros. Es más, sin la oración difícilmente llegaríamos a
comprender del todo qué significa ser y sentirse misioneros. Pero también es
evidente que la oración nos empuja a una proyección misionera activa.
En el Domund también se nos pide una cooperación económica, generosa con
las misiones. Es una jornada ideal para colaborar con las
misiones.
La iniciativa de llamarnos a colaborar en el DOMUND parte de la
Santa Sede, del Papa; porque nuestra colaboración con las misiones en cada
Jornada del DOMUND es a través de la Iglesia universal y en favor de los miles
de “territorios de misión” que hay en todo el mundo.
Lo significativo o distintivo del DOMUND es que dinero recaudado
en esta jornada anual llegará a todas las misiones de la Iglesia, sin
distinción; no cómo sucede con los “hermanamientos” (por ejemplo) cuya ayuda se
hacen con algunos destinos misioneros concretos, a los que, por supuesto,
siempre habrá otras ocasiones para colaborar, pero con otras acciones y en
otros momentos.
Lo recaudado en el
DOMUND ha de ir todo íntegro a las OMP para que los distribuyan entre todas las
misiones; buscando una distribución justa y equitativa.
El total de la aportación económica que reciben las OMP van destinada a las tareas de las misiones: la
transmisión de la fe, la educación, la salud y a la mejora de las condiciones
de vida de las personas con las que conviven los misioneros, que en la mayoría
de las ocasiones son de pobreza, malnutrición y enfermedades.
Nuestra sensibilidad misionera, con nuestra
generosidad, muestra siempre un alto índice de fe, que, en sí misma, es un don
que se ha de compartir. Pongamos, pues, nuestro grano de arena en la gran
montaña de amor que están poco a poco formando nuestros misioneros.
Los misioneros cambian la vida de muchas personas en todo el mundo. Para
ayudarles a seguir desarrollando su labor en las misiones CADA DONATIVO ES
IMPORTANTE.
El sentido de misionar
¿Por qué es importante que todos los hombres conozcan, acepten y vivan a
Cristo?
Cuando Jesús, una vez resucitado, tiene que regresar junto a su Padre del
cielo, se despide de sus discípulos y les deja una misión: predicar el
Evangelio. El evangelio de san Marcos nos habla de esta escena tan importante
para nosotros, los que seguimos a Jesús (Mc 16, 15-20).
¿Dónde está situada la “tierra de misión”?
El mundo ha cambiado rápidamente en nuestros días. Hemos pasado de una
sociedad que se confesaba cristiana, católica, a una sociedad indiferente a la
religión y, a veces, antagónica, contraria. Antes la labor pastoral de los
sacerdotes era conservar e ilustrar la fe del pueblo. Todos eran católicos y no
hacía falta más. En esos tiempos se veía con admiración a aquellos hombres y
mujeres que dejaban su patria para ira a tierras extrañas, casi siempre
exóticas (motivadoras de emocionantes aventuras), a predicar el Evangelio a quienes
aún no conocían a Jesucristo.
Ya no necesitamos ir a... esas románticas “tierras de paganos” para predicar
el Evangelio a los que no lo conocen. Aquí mismo, en nuestra patria, en nuestra
Ciudad, en nuestro barrio, ¡en nuestra casa! hay personas indiferentes que
necesitan que se les despierte su sensibilidad para poder comprometerse con
Cristo. Y esto es importante, es cuestión de vida o muerte; es cuestión de abrirse o no, a la salvación.
Todos somos misioneros
La pregunta de base es: ¿porqué de tener fe viviendo en un mundo
indiferente? Indudablemente es un don, un privilegio de parte de Dios, el dador
de la fe. Pero es un privilegio que implica una responsabilidad: hablar de
Aquél a quien seguimos y que nos ha hecho felices, con una felicidad que no dan
los bienes materiales de esta tierra.
La Iglesia es misionera porque ha sido enviada por Jesucristo a predicar el
Evangelio. Y la Iglesia somos todos los bautizados. Y en una Iglesia que es
esencialmente misionera, ¡todos somos misioneros!
¿Y cómo ser misioneros?
Se evangeliza, ante todo, por el testimonio. No se trata tanto de hablar de
Cristo sino de vivir como Cristo. Para hablar de Cristo basta aprender una
doctrina, para vivir como Cristo se necesita un constante esfuerzo apoyado por
la gracia divina. Un ejemplo arrastra más que mil palabras.
Pero también es necesario ilustrar el testimonio hablando de Aquél, Cristo,
que lo motiva e inspira. Y para hablar de Cristo, no implica conocerlo.
Estamos llamados a
misionar porque Jesús nos pidió difundir su palabra.
El conocimiento de Jesús comienza por esa oración que practicamos con toda
sencillez en la que nos ponemos en las manos de Dios con la confianza de los
hijos. Orar es hablar con Dios y conocerlo como a una persona amiga muy
frecuentada y tratada.
Lo demás es fácil. Es agradable hablar de nuestras verdaderas amistades.
Conocer a Cristo también significa penetrar en su Evangelio.
Las misiones “ad gentes”
La preocupación por los que no conocen a Jesús en nuestra propia casa no
impide que también nos preocupemos por los de tierras lejanas que ni siquiera
han escuchado hablar de Él.
La Iglesia destina numerosos elementos, valiosos por su preparación y
entrega, a las Misiones “ad gentes”, es decir, en nuestro idioma, las Misiones
entre los Gentiles, los paganos que adoran a falsos dioses y no conocen el
Evangelio.
La labor de los misioneros a veces es muy difícil, sobre todo en los países en que
las leyes prohíben su misión de predicar. ¡Predican con su silencio! No hablan,
¡actúan!
Los misioneros van hoy a tierras extrañas a servir a los hermanos más
necesitados, y con perseverancia y paciencia logran que algunos, por fin,
pregunten: “¿Quién es Jesús?”, y entonces, sólo hasta entonces, comienzan a
hablar de Cristo.
DOMUND:
la hora de todos.