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miércoles, 22 de junio de 2011

CORPUS

¿QUÉ ES VIVIR LA EUCARISTÍA?

 

Se nos dice que la Eucaristía es la fuente y el culmen de toda vida cristiana, el propio núcleo del misterio de la Iglesia. Que la Iglesia vive en eucaristía permanente en el sentido de que lo que ella vive, que toda su experiencia de vida tiene su fuente en la eucaristía y culmina en la eucaristía. La Eucaristía es fuente de vida. Así, para el Pueblo de Dios, hay una relación íntima entre eucaristía y vida cotidiana (en todos los aspectos. humanos, sociales, económicos, políticos y culturales).  Quizá por eso los cristianos de las primeras comunidades llamaban a la eucaristía “repartición del pan”: hay que re-partir y compartir... lo que necesitamos para seguir viviendo.



Hace décadas (para algunos hace siglos), se creía que Jesucristo se había quedado “entre nosotros” pero en la Eucaristía. Y ésta se entendía como hostia (o sea: una hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa, con la que se comulga y con la que se hace la reserva en el sagrario para que siga estando presente en el templo). Y creyendo que ahí estaba Cristo, se hicieron grandes iglesias y lujosos sagrarios y custodias...



Hoy más bien se cree que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la Tierra a encarnarse en todos los humanos, y está presente sobre todo en los más pobres.

La gran contradicción es que, si hoy creemos que Jesucristo está vivo y presente en las criaturas sufrientes... ¿cómo es que la Iglesia (que somos todos los creyentes) no se preocupa y ocupa de, en vez de hacer grandes templos, construirles viviendas dignas y proveerles de medios para tener una vida digna?



Participar del banquete oferente, es arriesgado, pues nos ha de implicar.  Tanto que si no hay compromiso comunitario, no hay verdaderamente Eucaristía.



La eucaristía es fuente y culmen de la vida eclesial en el plano de los signos. Pero no podemos confundir el signo con la realidad. Jesús lo dejó claro: “haced esto”, en memoria mía... Lo que dijo no fue: recordarme y con eso es suficiente...


Comer es fundamental para vivir. Las comidas son momentos centrales del día, pero no vivimos para comer.

El núcleo del misterio de la Iglesia es el amor solidario, que se expresa en cada eucaristía; pero si no se vive del amor solidario, el “signo” en la celebración eucarística queda sin valor, pues no significa nada.  La Eucaristía es comunión, sin fronteras, sin exclusiones.



¿Cuáles son las exigencias de la solidaridad entre nosotros?

En el Evangelio de Juan (el que escribe ese discípulo que, precisamente estaba más cerca de Jesús, aquel día de la cena), no se nos habla de pan y vino sino que es el relato del lavatorio de los pies el que ilustra el profundo significado del sacramento: se trata de servir. 


Sin embargo..., como es más difícil y comprometido, nos gusta quedarnos con el Cristo-hostia, que lo guardamos en un armarito dorado... ¡y se nos acabaron los problemas!



Anunciar la muerte del Señor «hasta que venga» incluye, para quien participa de la Eucaristía, el compromiso de transformar la vida, para hacerta toda eucaristía.

Para aclararnos, tenemos los ejemplos que aparecen en los evangelios: las comidas que Jesús comparte con los discípulos durante toda su vida, anuncian y anticipan el banquete del fin de los tiempos, a la vez que significan la Salvación que él inauguraba y la nueva comunión con Dios y con todos los seres humanos. En estas comidas cotidianas, abiertas a la participación de todos en su mesa: pobres, pecadores y gente marginalizada, Jesús anunció una nueva fraternidad universal y significó el Reino de Dios.



Si la Iglesia nace en la Eucaristía, en el sacrificio de Jesucristo en el que Dios se nos comunica, no podemos olvidar que, en aquella liturgia de entrega total, Jesús entrega ofrece a los suyos la comunión de vida entre Dios y la persona humana. Por eso, desde entonces, Cristo está presente en toda acción de la Iglesia, Pueblo de Dios, que está siendo y haciéndose realidad en sus asambleas celebrativas y también en sus luchas por hacer avanzar su Proyecto salvífico.

El sujeto de la celebración es la comunidad que celebra la presencia de Dios dentro de la vida. En la celebración eucarística está el Señor presente, siendo Iglesia al servicio de la humanidad, al servicio de transformar el mundo en Reinado de Dios.  Pero fuera de la celebración, ¡sigue el Señor presente! siempre que dos o más estén reunidos, haciendo algo, en su nombre.










Unas ideas  (para reflexionar y, si es posible, compartir): 

No hay “compartir de la vida” si no hay solidaridad, si no se dan unos compromisos inter y extra comunitarios.

No hay “familiaridad” dónde la familia no vive con el mismo espíritu: compartiendo un proyecto de vida, soñando juntos, dando y encontrando apoyo, siendo solidarios, mutuamente; luchando juntos por un mismo ideal.

No hay “comunión” si la comunidad no vive compartiendo vida, esperanzas, compromisos. Siendo “familia del corazón”.

No puede haber “sacramento” de Comunión, si no hay Comunidad dónde se comparte la vida. Donde hay vivencias...

El “sacramento” o “signo” está más en el hecho de “compartir” que en lo que se comparte. Sin quitar importancia a aquello (material o espiritual) que se comparte, pues no es lo mismo compartir un CD que una colección de incunables, ni una taza de azúcar que toda una comida; tampoco la de comentar el acierto de haber visto una determinada exposición de pinturas, que la de contar la propia vida con todas las más profundas experiencias.


La celebración de la Eucaristía es “sacramento de Comunión”.

También es “memorial” de la entrega de Cristo, del compromiso radical de dar su vida, de su entrega hasta la muerte en la cruz. Es lo que El expresa al decirnos: Esta es mi vida,... os la doy: “este es mi cuerpo entregado...”, “esta es mi sangre, derramada por vosotros...”.

No se trata de “desarrollar una liturgia”, de llevar a cabo unos “ritos”... Sino de “aprehender” el Mensaje de Jesucristo. Algo que hacemos nuestro.
Y no es la liturgia la que nos “cambia” la vida. Asimilar, digerir (como un alimento) lo que el Señor nos plantea... ¡compartir la misma misión!.

Es hacernos partícipes de “esa vida” redentora:  el “memorial” tiene que llevarnos al compromiso más exigente de luchar por los valores del Reino: nos exige entregar nuestras vidas por ir haciendo realidad la verdadera Paz, la auténtica Justicia, la total Fraternidad entre todos los habitantes de la Tierra... (hasta los confines). Por eso tiene también que ser muy misionera. 
Es celebrar que Jesús existe  y está “con nosotros”, hasta el fin de los tiempos, para que hagamos realidad su Misión.


                                                        José-M. Fedriani

domingo, 12 de junio de 2011

PENTECOSTÉS


INVOCACIÓN


Según San Juan, el Espíritu hace presente a Jesús en la comunidad cristiana, recordándonos su mensaje, haciéndonos caminar en su verdad, interiorizando en nosotros su mandato del amor. A ese Espíritu invocamos en esta fiesta de Pentecostés.

Ven Espíritu Santo y enséñanos a invocar a Dios con ese nombre entrañable de "Padre" que nos enseñó Jesús. Si no sentimos su presencia buena en medio de nosotros, viviremos como huérfanos. Recuérdanos que sólo Jesús es el camino que nos lleva hasta él. Que sólo su vida entregada a los últimos nos muestra su verdadero rostro. Sin Jesús nunca entenderemos su sed de paz, de justicia y dignidad para todos sus hijos e hijas.

Ven Espíritu Santo y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu aliento, olvidaremos una y otra vez su Proyecto del reino de Dios. Viviremos sin pasión y sin esperanza. No sabremos por qué le seguimos ni para qué. No sabremos por qué vivir y por qué sufrir. Y el Reino seguirá esperando colaboradores.

Ven Espíritu Santo y enséñanos a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Que no echemos cargas pesadas sobre nadie. Que no dictaminemos sobre problemas que no nos duelen ni condenemos a quienes necesitan sobre todo acogida y comprensión. Que nunca quebremos la caña cascada ni apaguemos la mecha vacilante.

Ven Espíritu Santo e infunde en nosotros la experiencia religiosa de Jesús. Que no nos perdamos en trivialidades mientras descuidamos la justicia, la misericordia y la fe. Que nada ni nadie nos distraiga de seguirlo como único Señor. Que ninguna doctrina, práctica o devoción nos aleje de su Evangelio.

Ven Espíritu Santo y aumenta nuestra fe para experimentar la fuerza de Jesús en el centro mismo de nuestra debilidad. Enséñanos a alimentar nuestra vida, no de tradiciones humanas ni palabras vacías, sino del conocimiento interno de su Persona. Que nos dejemos guiar siempre por su Espíritu audaz y creador, no por nuestro instinto de seguridad.

Ven Espíritu Santo, transforma nuestros corazones y conviértenos a Jesús. Si cada uno de nosotros no cambia, nada cambiará en su Iglesia. Si todos seguimos cautivos de la inercia, nada nuevo y bueno nacerá entre sus seguidores. Si no nos dejamos arrastrar por su creatividad, su movimiento quedará bloqueado.

Ven Espíritu Santo y defiéndenos del riesgo de olvidar a Jesús. Atrapados por nuestros miedos e incertidumbres, no somos capaces de escuchar su voz ni sentir su aliento. Despierta nuestra adhesión pues, si perdemos el contacto con él, seguirá creciendo en nosotros el nerviosismo y la inseguridad.


José Antonio Pagola

miércoles, 8 de junio de 2011

REFLEXION SOBRE INDIGNADOS

Reflexiones - Profetas del 15-M



Hemos recibido estas reflexiones del teólogo Joxe Arregi y nos parece que merece la pena leerlas (y por supuesto pensarlas):

¿QUÉ es lo que quieren estos tíos, si no han trabajado en su puta vida?". "Despejad la plaza, que quiero dar de comer a las palomas". Se me humedecieron los ojos cuando, el domingo por la tarde, una de las indignadas de la plaza Arriaga de Bilbao nos leyó estos comentarios, y otros igualmente terribles, que acababan de aparecer en ciertos blogs integristas. Me pregunté: ¿Es el colmo del cinismo o es la sima de la inconsciencia? Y pensé: Tal vez hoy habrán ido a misa esos que hablan así.


Me gustaría entrar por un momento en el corazón de las personas que escribieron tales comentarios y entender por qué oscuras razones se expresan con tanta dureza sobre esta rebelión pacífica que es el 15-M. Y me gustaría decirles: Amiga/o, ¿hablarías así si tus hijos de 30 y 35 años estuvieran en paro, si no tuvieran una casa en que vivir con sus parejas y darte nietos, y hacer crecer en el mundo la vida y la dicha? Amigo/a, ¿nunca te ha estremecido la denuncia del profeta: "Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio y falsearemos las balanzas para robar; compraremos al desvalido por dinero; venderemos al pobre por un par de sandalias" (Amos 8,5-6)? ¿No ven tus ojos el dolor del mundo? ¿No oyen tus oídos su clamor? Tal vez te llames cristiano y lo seas; pero ¿cómo rezas entonces el Padrenuestro, si no es como "un manifiesto revolucionario y un himno de esperanza" (J. D. Crossan)? ¿En qué piensas cuando dices: "Venga a nosotros tu reino" y "Danos el pan de cada día"?


Nadie sabe si el 15-M es un vigoroso germen de transformación planetaria o no es más que un sueño generoso y pasajero. Eso no depende de ellos, sino de nosotros, de todos nosotros. "Si no buscas una solución, eres parte del problema", nos han dicho certeramente. No es seguro que tenga éxito aunque lo apoyemos, pero es seguro que no tendrá éxito si no lo apoyamos. Y en cualquier caso, la calidad de un compromiso no se mide por el éxito o el fracaso, sino por la generosidad vivida y por el valor de la causa, aunque fracase. A veces hay que medir la acción en función del resultado previsto, no digo que no, pero hay causas -son las causas más humanas- que merecen adhesión aunque fracasen. Nada hay más ético y humano, nada más divino, que la compasión y el compromiso con el herido del camino sin esperar premio ni obtener éxito. ¿Qué otra cosa hizo Jesús cuando subió a la montaña y proclamó: "Bienaventurados vosotros, los pobres, porque Dios os librará", cuando salió a los caminos y curó a quien pudo, cuando se enfrentó al Sanedrín y al Pretorio arriesgando su vida? No importa que fracasara, si es que fracasó. ¿Qué es el éxito y qué es el fracaso?


"El crucificado vive en Dios", proclamaron los cristianos después de su fracaso. El vencido es victorioso, el condenado ha subido al cielo, porque Dios está con los que padecen el infierno. Donde está Dios, allí es el cielo. No os quedéis, pues, mirando al cielo, sino transformad la tierra.


La causa de los jóvenes indignados de nuestras plazas es la causa más justa del planeta entero y merece la pena, aunque fracase. Pero sería tremendo que fracasara por nuestra desidia. Es la causa del Evangelio. Es la causa de Dios. La causa de Dios no es que todo el mundo crea en Dios -¿qué significa eso?-, sino que el mundo sea justo y viva en paz, que todas las criaturas sean dichosas. La causa de Dios se defiende en las tiendas de campaña de las plazas, mucho más que en los templos de piedra.


Está bien que los cristianos nos reunamos cada domingo a celebrar la memoria de Jesús, cuyo fracaso es ascensión. Pero no sería la misa de Jesús, si antes o después, de una manera u otra, no acudimos, con todos los párrocos al frente, a reunirnos con los jóvenes indignados de las plazas que encarnan el sueño y la causa de Jesús. Está bien -digamos que sí- que los obispos convoquen a los jóvenes del mundo entero a la JMJ en Madrid, pero creo que sería una traición a Jesús, al Evangelio, a la memoria y a la esperanza de la Iglesia, si estos jóvenes, antes y después de la JMJ, no se sumaran a la juventud mundial del 15-M, reclamando con ellos lo mismo que Jesús reclamaba, y dándole así a Dios el único culto que le honra. Sería un sacrilegio que la JMJ vaya a gastar 50 millones de euros -en buena parte, dinero de los contribuyentes que somos todos; en otra buena parte, donaciones interesadas de algunas de las empresas más corruptas del Estado español-, si los jóvenes de la JMJ no apoyaran activamente la rebelión bíblica de los jóvenes del 15-M. El vía crucis de la Castellana sería entonces una farsa cruel.


Pues no hay gloria de Dios sin democracia real. Y no hay democracia real.


No hay democracia real


- cuando el 40 % de la juventud no tiene trabajo ni casa; cuando en las listas de las últimas elecciones españolas había tantos candidatos corruptos que nos seguirán mandando si han sido elegidos, y si no lo han sido también;


- cuando la eliminación del fraude fiscal en el Estado español permitiría dar 20.000 euros a cada uno de los 4 millones de parados; cuando 300 multinacionales gobiernan a todos los gobiernos; cuando unas pocas empresas controlan y manipulan a todos los medios de comunicación y hacen que la libertad de expresión e incluso de opinión sea mera ficción;


- cuando los países ricos imponen los precios y aranceles que les interesan;


- cuando el dinero sirve ante todo para ganar dinero;


- cuando están aplicando como remedio para la crisis las mismas medidas que la han provocado;


- cuando, solo en África, mueren 2 niños por minuto a causa de la malaria, y mueren 10 niños por minuto en el mundo por beber agua contaminada, y 21 niños por falta de medicinas (los matamos tú y yo, pero nunca habrá para ellos ninguna ley de víctimas);


- cuando el 40% de la humanidad vive con menos de 2 dólares por día; cuando los países ricos destinan a la ayuda del desarrollo menos que en los años 90;


- cuando lo que hemos dado a los bancos en crisis bastaría para resolver el hambre en el mundo durante los próximos 54 años por lo menos.


- No hay democracia real cuando se deja libre a un zorro en un corral, como se ha escrito. "No falta dinero. Sobran ladrones", como dice un cartel en la plaza Arriaga.


¡Bien por nuestros jóvenes de nuestras plazas alegres e indignados, lúcidos y generosos, con su bloc y su boli moderando asambleas en corro, dando lecciones de política a los políticos, de economía a los economistas, de verdadera teología a los creyentes de todas las religiones! ¿Qué piden estos jóvenes en las plazas? Solamente piden aquello que debe y puede ser. "Esto es revolucionario y es solo el comienzo", y de nosotros depende que tenga futuro, es decir, que tengamos futuro.


Son como los viejos profetas de la Biblia, que inventaron imágenes y palabras para el sueño posible, para Dios, porque dice Dios: "Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando en las plazas, ¿no lo notáis. Trazaré un camino en el desierto, senderos en la estepa" (Isaías 43,19). Y añade Dios: "Pero no podré hacer nada nuevo, no podré trazar un camino en el desierto ni ser el futuro del mundo si no es a través de vosotros".

(5 de Junio de 2011  - Joxe Arregi en DEIA)